No es bullying… es coaching

Cuando escribí el post sobre “consejos vendo y para mí no tengo” comenté que, si tenía éxito el post, podría escribir una segunda parte. No ha sido un gran éxito el post, pues ha tenido cantidad promedio de lectores. Pero sí he recibido muchos comentarios. Así que me animé a escribir una segunda parte.

 

Primero, lo más duro ha sido aguantar los comentarios de “tantos años que tenemos de conocernos y nunca me has citado en tu blog”. La verdad no tengo una explicación. Sencillamente la amistad no está correlacionada con la cita en el blog. Esto, estadísticamente implica que puedo conocer a una persona una sola vez y escribir un artículo sobre algo que dijo o hizo esa persona; o bien, conocerla muchos años y hablar seguido con esa persona, y no escribir nada sobre ella. O como sucede con Don Carlos, a quien veo con frecuencia y con más frecuencia lo cito o escribo sobre él. En fin. Disculparán aquellos amigos con los cuales tengo buena amistad y no los he citado en este blog.

 

La segunda idea que quería comentar y que no mencioné en el post anterior, fue que cuando leí sobre el Monstruo Aconsejador, me acordé del Monstruo Ordenador, o “MO” en su versión abreviada. Este es un chiste local sobre una persona específica que es, literal, un MO. Cualquier cosa que esté fuera de lugar, él le encuentra “su” lugar. Y esto es terrible. Casi tan terrible como el Monstruo aconsejador.

 

Pero bueno, había quedado pendiente completar algunas cosas con relación al resumen del libro que estoy comentando. Estoy convencido y procuro vivirlo, todos tenemos necesidad de recibir consejo. No sólo es recomendable, sino en ocasiones necesario y obligatorio para tomar algunas decisiones que pueden ser trascendentales para nuestra vida o para la vida de las demás personas. Además, como diría mi querido colega y Maestro el Doctor Alejandro Armenta, la petición de consejo es un acto propio de la virtud de la prudencia.  Así que yo veo la petición de consejo como algo bueno; y si pedimos consejo, es lógico que alguien nos dé consejos. Cabe decir que el autor va también por esta misma línea, y que trata de limitar el consejo no pedido, es decir, cuando entra en juego el monstruo aconsejador.

 

Y el enfoque del libro va principalmente para las personas que dan consejo, y les propone lo que ya había mencionado antes, que lo conveniente es aprender a dar buenos consejos. Y las sugerencias van por esta línea.

 

Una parte muy simpática es la triple manera cómo actúa el monstruo aconsejador, que son como tres personajes diferentes: 1. El revoltoso personaje “dilo” le susurra al oído que tiene la respuesta a cualquier problema y que debe compartirla ampliamente. El principio fundamental del “dilo” es: “yo sé lo que es mejor”. 2. El personaje “sálvalo” es menos bullicioso y más ególatra. Dice que todo se desmoronará a menos que tú lo salves. 3. Es el personaje “Contrólalo”, que es un gran manipulador. Te indica que soltar el control es desastroso y que tú debes estar a cargo, dando preciosos y acertados consejos.

 

Después de esto, nuestro autor introduce el Coaching. No conozco las leyes de esta nueva rama del saber ni lo he estudiado. Antiguamente los coaching recibían otros nombres: era el sabio al que había que preguntar; el experto en un tema para cuestionar una cosa específica; el que tiene experiencia en otras situaciones; el amigo del alma que te conoce, te quiere y sabrá ayudarte, quizá deslizando tan a tiempo a tu oído un consejo mientras tú vacilabas; a tu esposa (o esposo) que te puede echar una buena mano con un buen consejo; o aquel profesor que supo provocar oportunamente una conversación orientadora ante aquel alumno que estaba un poco despistado; o el consejo profesional que un buen jefe te logra decir -aunque quizá con palabras un poco fuertes- pero que te hacen reaccionar adecuadamente; o el consejo oportuno del director espiritual sin el cual quizá tendríamos muchísimos problemas no resueltos…

 

Nuestro autor menciona que se requieren tres principios para ser un buen coaching: ser perezoso, ser curioso y ser constante. Como he escrito otras veces en este blog, a mí me dijeron una vez un consejo, “redúcelo todo a virtudes”. Aquí resulta que entre los tres principios menciona dos cosas que yo las veo como vicios. Así que le daré un poco la vuelta.

Tres principios para ser un buen coach (adaptados por mí):

1.       Sé paciente: no trates de resolver inmediatamente los problemas de los demás. Toma distancia y aguántate un tiempo antes de dar un consejo.

2.       Sé caritativo: como decía el gran Doctor Angélico, “Hay personas que desean saber sólo por saber, y eso es curiosidad; otras, para alcanzar fama, y eso es vanidad; otras, para enriquecerse con su ciencia, y ése es un negocio torpe; otras, para ser edificadas, y eso es prudencia; otras, para edificar a los demás, y eso es caridad”. Creo que con la frase anterior queda bastante ejemplificado el cambio que hice en el segundo principio.

3.       Sé constante: una gran virtud. Si eres coachingde alguien, tendrás que serlo en toda ocasión.

Quien te pide consejo, ayuda, está pidiendo que le abras horizontes. Está pidiéndote que le hagas ver algo que él no ve; es decir, está pidiéndote que le ayudes a identificar sus desafíos…

 

Una cosa importante es siempre tener presente que las decisiones son personales. Los consejos nos ayudarán a tomar las decisiones, nos ilustrarán, nos abrirán horizontes, pero nunca la decisión es del consejero.  Con alguna frecuencia algún aconsejador se podría sentir desanimado porque su aconsejado no decidió según su consejo: es lógico que así suceda muchas veces. Por lo menos lo ayudaste a pensar. Con frecuencia recomiendo en el aula tener a alguien con quien rebotar las ideas. Y veo al aconsejador como una pared de frontón o squash que devuelve con preguntas y sugerencias las manifestadas inquietudes de su aconsejado.

 

El autor luego menciona cuatro estrategias específicas para dar buenos consejos:

1.       Defínelo. Da tu consejo cuando la otra persona esté lista para escucharlo, no antes.

2.       Aminóralo. Matiza tu consejo abriendo con un descargo de responsabilidad, como “mi mejor suposición es…”, o “podría equivocarme…” No proyectes la actitud de que tu consejo es genial sólo porque es tuyo.

3.       Entrégalo. Cuando ofrezcas consejos, sé puntual, rápido y valiente.

4.       Pregunta. Después de sugerir una idea, pregunta, “¿es esto lo que estabas buscando?”

 

En fin. Aquí termino el resumen del resumen del libro. Obvio hay muchas más cosas que no menciono, para que puedas comprar el libro y leerlo si quieres ser un buen coach.

 

Por de pronto, confío en que todos estemos bien dispuestos a recibir consejos (sin que sean muchos ni muy seguidos) … y que, especialmente, estemos en disposición de pedir consejo… que eso siempre es necesario.

 

P.S. 1. Como no conozco adecuadamente la figura del coach, he puesto la palabra aconsejador cuando he dado mi opinión sobre cómo dar consejos. Cuando uso la palabra coach es porque me estoy refiriendo a algo que el autor del libro menciona (o que sale mencionado en el resumen)

 

 

.