No pensés que este nombre es una proclama política. No, es un proclama intelectual.
He estado trabajando en el estudio de la materia «Poder, Gobierno y Autoridad» que recibí hace algunas semanas. Y transcribiendo mis apuntes (cuando logro traducir mis jeroglíficos) me encontré con los apuntes de una de las clases que más me gustaron.
Antes de entrar en el breve tema que quería tocar ahora, me gustaría mencionar una anécdota que el Profesor Alvira nos comentó en el primer curso. Me parece que estaba una vez con su maestro (me parece que era Julián María), oyendo una conferencia. Alvira llegó un poco tarde, y le preguntó a Marías cómo iba el conferencista. Marías le contestó «me parece que no es muy inteligente; lleva 15 minutos hablando y todavía no se ha contradicho».
Una vez contado lo anterior, me animo a comentar lo que Alvira nos dijo en esa memorable clase que fue, como ya he dicho, una de la que más me gustaron. No comentaba que aprender a responder a la dificultad y al regalo son las dimensiones más importantes de la vida.
La persona que responde ante la dificultad es la persona responsable. Quien no responde es como el avestruz, que mete la cabeza en el hoyo para evitar ver el problema y la dificultad.
Eso, como casi todo, se debe aprender, especialmente en la familia. A un niño o a una niña que se le «forma» -educa o deseduca- dándole todo, termina siendo un niño caprichoso, una niña «bonita» que es incapaz de afrontar esas dificultades. Entonces, hay que aprender.
Y también el agradecimiento. Es de bien nacidos el ser agradecidos, dice el dicho. Y también eso se aprende en la familia. Es muy simpático cómo la mamá o el papá le recuerda a su hija o hijo aquel: «¿cómo se dice?» para que el pequeño retoño conteste con un «gracias» que denota la recepción de un don, de algo que no merecemos. Aunque también es bueno agradecer lo que en justicia merecemos, aunque no sea un don.
Hay también un dicho castizo, que por estas tierras nuestras no se acostumbra mucho decir, pero que es bien interesante su origen y alguna consecuencia. Me refiero a aquella frase «Nobleza obliga». Ser noble implicaba unas obligaciones propias de la nobleza. Aquí nunca hemos tenido nobleza, pero Alvira nos decía que incluso en los países donde hay nobleza todavía, ésta ha cambiado a los puestos directivos de las empresas. Ahora un príncipe es un Presidente y Gerente General (Director General) de una empresa; un Duque es el Director General, y así sucesivamente… La idea es que todos los que tienen una responsabilidad en una empresa, en el gobierno de un estado, una ciudad, etc., el que tiene a su cargo una familia, podría ahora catalogarse como «noble», y por lo tanto, tiene una obligación que cumplir, una responsabilidad que sacar adelante. La nobleza obliga a responder a las dificultades y al agradecimiento.
De hecho, la palabra Snob viene de «sine nobile»; un snob, es una persona sin nobleza…
Nobleza obliga, el mandar obliga. Pero también el obedecer. Platón decía que cuando un país es mal gobernado es por culpa del gobernante. Un filósofo español del siglo XX decía que buena parte de un mal gobierno lo tiene los gobernados, porque no saben obedecer.
Y todo esto hay que aprenderlo, y no darlo nunca por supuesto. Alvira define al filósofo como aquel que no da nunca nada por supuesto. Y todos debemos ser filósofos en este sentido. Nobles y filósofos.
Y la palabra para dejar de ser nobles y filósofos es «YA». Yo YA lo sé. Yo YA tengo esta experiencia vasta.
Tenemos que seguir aprendiendo. Así que «ya hemos de erradicar la palabra ya de nuestra conducta».
Nos vemos pronto.
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