Los mexicanos entenderán la expresión que titula estas letras. Para los no mexicanos que no la conozcan, un «zape» es un golpe dado con la mano en la cabeza. Un golpe, ordinariamente de cariño con el que se trata de que el golpeado recuerde algo.
Así sentí hoy en mi cabeza. Tuve oportunidad de estar un rato oyendo a un intelectual, un verdadero intelectual. Un tipo listo, estudiado, honesto… Y sentí que me habían dado un zape en mis conocimientos.
No conocía a Federico, y tampoco tenía idea de quién era. Y en cuanto empezó hablar me cautivó, tanto que saqué mi celular (la verdad no iba preparado, porque de lo contrario hubiera llevado algo más ágil con lo que apuntar) y empecé a anotar algunas ideas para que no se me olvidaran.
Me he enterado de que publica artículos en algunos periódicos, que espero compartir por este medio, cuando lo considere adecuado. Por de pronto, me gustó mucho una cita que hizo y que transcribo, porque se aplica mucho por aquello del «zape intelectual». El texto dice así: «El escritor Pío Baroja llegó a afirmar lo siguiente: ‘La verdad es que en España hay siete clases de españoles… Sí, como los siete pecados capitales: los que no saben; los que no quieren saber; los que odian el saber; los que sufren por no saber; los que aparentan que saben; los que triunfan sin saber; y los que viven gracias a que los demás no saben. Entre estos últimos algunos se llaman a sí mismos ‘políticos'».
No me quiero meter con los político, sino con el saber. Cuando leí esta frase me pregunté en cuál de esos siete pecados capitales me encuentro. Pensé que no son excluyentes una de otra. Porque uno puede no saber y sufrir también por no saber. Después de darle vueltas me quedé con una de esas frases aplicándomela a mí. Por pudor intelectual no la hago pública, pero considero que es un buen ejercicio tratar de «encasillarse» uno en una de esas frases. Por otro lado, ya lo dijo el sabio filósofo de hace siglos, todos podríamos caer en la primera de esas frases: «los que no saben». La verdad no sabemos. Y además, conviene que de vez en cuando lo constatemos. Es lo que me pasó hoy.
(Hago un breve paréntesis para explicar qué significa para mí el verbo «constatar». Hace años le oí a un gran profesor y gran amigo, Juan es su nombre, que decía la siguiente frase: «el hombre inteligente prevé; el imbécil constata»).
Cuando uno constata su ignorancia tiene quizá dos salidas: o se plantea en serio salir de esa ignorancia estudiando o nos pasamos al segundo de los pecados capitales: no queremos saber. Si caemos en el segundo de esos pecados, pues no hay nada que hacer. En cambio si nos proponemos estudiar para salir de la ignorancia es un gran paso hacia adelante. (Y no como el chiste que contaban los argentinos hace unos años: «con el gobierno anterior hemos llegado al borde del precipicio; con este, hemos dado un paso hacia adelante»). Un paso que nos llevará a plantearnos qué cosas hemos de estudiar para adquirir una cultura general, como fundamento de una profundización posterior.
Por de pronto lo dejo aquí. Ya había escrito en este mismo medio algunos artículos sobre la ignorancia, pero creo que el matiz es nuevo. Para terminar, Federico recomendó un libro que se llama así: «Lo que no podemos ignorar», de un estadounidense de origen polaco llamado J. Budziszewski de la editorial Rialp… Siempre es bueno atender a las recomendaciones de personas cultas y bien instruidas. Así que ya estoy detrás del libro para comprarlo.
Nos vemos a la próxima.