Regeneración democrática II: algunas ideas antiguas



Después de haber más o menos explicado algunas ideas sobre las revoluciones, y en particular sobre la revolución francesa, paso ahora a comentar algunas ideas sobre las formas de gobierno.
Son conceptos Aristotélicos sobre el gobierno. Éste gran sabio de la antigüedad plantea formas de gobierno (mejor dicho, regímenes) un poco distintos a los de su maestro Platón (que espero mencionar más adelante, si es que me acuerdo).
Aristóteles plantea que hay tres posibles regímenes distintos: la monarquía, la aristocracia y la democracia. Veamos qué pensaba de cada uno de ellos, y hagamos un breve análisis de los mismos.
Son tres modos clásicos de la organización del gobierno. Cualquier organización humana se puede gobernar de alguna de estas maneras: con el gobierno de uno, con el gobierno de los mejores o con el gobierno de todos. Piénsese en un país, en una empresa, en un club social, en una familia, en una reunión de amigos, en una excursión por el Everest, etc. Insisto, cualquier organización humana podría organizarse de cualquier de estas tres maneras.
Sólo vale la pena hacer algunas matizaciones:
1. La monarquía no se refiere únicamente a una monarquía medieval con un rey, sino en general como un monarca -el que hace cabeza en una organización.
2. La aristocracia se entiende como el gobierno de los mejores, no como el gobierno de una clase social privilegiada.
3. Tanto la aristocracia como la democracia en sentido puro no se pueden dar. Tanto en una como en otra se requiere siempre el que tiene la última palabra, el que tiene el poder. Tampoco implica que ambas -aristocracia y democracia- se puedan reducir a una monarquía; pero siempre, en cualquier gobierno de varios o de todos, ha de haber uno que sea el que mande en definitiva o por lo menos, presida.
En el gobierno de cualquier organización (Estado, familia, empresa, club, etc.) siempre ha de haber aquel que tenga la última palabra, el que tiene el Poder. Esta palabra -poder- a veces tiene una connotación negativa, cuando en realidad es algo que se da siempre en un grupo y puede ser positiva o negativa. El que tiene el poder es el que dice la última palabra. El que tiene el poder es aquel que puede hacer preguntas. El poder está asociado a la voluntad de la persona.
Siempre que se habla de Poder se habla también de Autoridad. Tiene Autoridad aquel que sabe, está asociada a la inteligencia. El que tiene autoridad es aquel que puede responder las preguntas. Por ejemplo, ahora estoy leyendo un libro escrito por Daniel Kahneman, un psicólogo, premio Nobel de Economía (sí, de Economía)… Pues Kahneman es una “autoridad” en su ámbito, porque sabe (ganó un premio en Economía…)
Una persona tiene «Auctoritas», cuando es reconocido socialmente como alguien que sabe. Así también, el que tiene «Potestas» es aquel que es reconocido socialmente con poder. Estos dos conceptos dan para más, pero por de pronto lo dejamos aquí y regresamos a las formas de gobierno.
Durante siglos, los regímenes más comunes fueron las monarquías. Pienso, por ejemplo, en las culturas que encontraron los españoles en el siglo XV y XVI: todas eran gobernadas –hasta donde yo sé- por  un cacique. En la civilización que se desarrolló en Egipto, los Faraones gobernaban individualmente. La civilización hebrea fue gobernada por algún juez, o algún profeta antes de que fuera gobernada por reyes. Y así, con un vistazo rápido de la antigüedad se puede afirmar lo que decía al inicio de este párrafo, que el régimen de gobierno más común antiguamente era la monarquí.
¿Y qué pasaba en Grecia? Para empezar, Grecia como tal no existía, sino que todos lo que se dice de la política griega, realmente se tiene que aplicar a las diversas ciudades griegas, a las polis. Pero las democracias griegas no son como a veces las pintan, sino que esta democracia era una especie de aristocracia -no todos votaban y había algunos que mandaban- y planteando un gobierno de la ciudad -de la polis-. Así que, en sentido estricto, la forma de gobierno más común fue, durante milenios, la monarquía. 
(El pobre de Aristóteles escribió tanto a favor de la democracia en la Polis, sólo para ver pocos años después que su discípulo –Alejandro- constituía un Imperio, gobernado directamente con mano de hierro por él).
Casi siempre las monarquías antiguas estaban gobernadas por una familia y además, hereditariamente. Esto tiene mucho sentido, porque la sociedad estaba basada –fundamentada- en la familia. Una familia habitaba un lugar; tenía que manejar su economía (la cuestión doméstica, origen de la economía); convivía con otros, y en ocasiones hacía falta dirimir problemas, para lo que empezó a existir el derecho (al principio en el derecho consuetudinario y en el derecho natural); aun con el derecho, es necesario que haya alguien que tenga la última palabra en las diferencias, y esta es la política. Pero la política no puede juzgar las cosas si no tiene una ética, que en el fondo se termina basando en la religión, porque ¿para qué vivir la ética si no tendré que dar cuenta a nadie, porque yo tengo el poder?
(El párrafo anterior pretende ser un resumen introductorio de lo que mi Maestro Alvira llama las «Categorías Sociales», del que ya hemos platicado en este mismo canal).
La cosa es que, fundado todo en las familias, era lo lógico que fuera una familia la que gobernara; y eso es la monarquía. Hubo –y sigue habiendo- monarquías y monarquías; con nombres distintos, pero a fin de cuentas, gobiernos monárquicos, centrados en una sola persona, ordinariamente hereditarios, etc.
Uno de los clásicos tipos de monarquía fue el imperio, por ejemplo el  imperio romano (no se identifica la monarquía con el imperio, pero creo que podría decirse que al frente de un imperio está un monarca, en este caso, un emperador). Roma pasa de una república -el famoso Senado y Pueblo de Roma: SPQR- al Imperio un poco después de Julio César, con Octavio César Augusto. Este cambio era necesario por la expansión de Roma y por la incapacidad del Senado de salir de Roma y de tomar decisiones rápidas. Roma había crecido enormemente, y el sistema de gobierno que tenían –con el Senado- no era capaz de manejar ya esa expansión.
El paso de la República al Imperio no fue en paz, sino después de varias guerras civiles. La República romana -una especie de aristocracia- en la que se nombraban cónsules, pretores, etc., para gobernar ordinariamente un año… con el crecimiento, esto fue imposible de seguir sosteniéndose, y todo desembocó en el imperio.
Un cambio tan serio de república a imperio, también implica ajustes en las otras categorías sociales como el derecho, la política, la ética… O al revés, un cambio en algunas categorías sociales implicará un cambio en la categoría social de la política. Estos cambios, como cualquier cambio en grupos de personas, no son de la noche a la mañana, sino que llevan tiempo; y muchas veces son precedidos de acciones violentas.
El emperador romano no tenía poder absoluto (aunque muchas veces lo llegaron a adquirir). El emperador estaba atemperado por el Senado (los «viejos» sabios o los sabios “viejos” que lo aconsejaban) y también con la conciencia clara de que tenía que dar cuenta a los dioses; el Senado y los dioses limitaban el poder del emperador (o por lo menos, trataban de limitarlo). 
El imperio tuvo sus épocas gloriosas, y sus épocas tétricas. Al final, se partió en dos, y en occidente cayó, invadido por los bárbaros, alrededor del año 500 (más concretamente en septiembre del año 476). Pasando el tiempo, en la Europa occidental, se fueron configurando gobiernos -de una forma natural, podríamos decir- y se llega a la época feudal. El señor feudal -otra vez, un monarca- defendía sus territorios y a su gente. Este señor feudal estaba «reasegurado» con otro más grande y poderoso, y así sucesivamente hasta que el «último» de la cadena era el Rey (o el Emperador). Así que el gobierno de uno terminó en una clásica monarquía feudal clásica, que todos conocemos.
Los monarcas, los reyes, iban adquiriendo más poder; y cada quien tenía su lugar en la sociedad. Una sociedad poco móvil especialmente en lo vertical: era difícil escalar posiciones, pues todo dependía principalmente de la tierra. De hecho, la nobleza (barones, marqueses, condes, duques, etc.) siempre estaba asociada a la tierra. Pero como la vida es vida, y las cosas no son estáticas, las cosas empezaron a cambiar.
La educación tuvo un especial efecto en estos cambios. Así como algunos inventos -el maravilloso invento de la imprenta- y los descubrimientos. El comercio fue otro elemento importantísimo del cambio, pues poco a poco los comerciantes -los burgueses en general- empezaron a amasar fortunas con su trabajo.
Baste recordar que las clases aristocráticas no trabajaban nada, pues desde los griegos se pensaba que el trabajo es para los esclavos; los aristócratas deben dedicarse a pensar y a gobernar, mientras los esclavos, siervos o comerciantes, se dedican a trabajar. En un libro de Arturo Pérez-Reverte cita una frase que más o menos dice así: «Aquí en la Corte, el no trabajar da mucho trabajo». Así que, partiendo del concepto del no trabajo de los nobles (y por lo tanto con su empobrecimiento progresivo por la inexistencia de ingresos crecientes) y con el enriquecimiento de los burgueses; y si a esto añadimos que se vivía en una sociedad muy estática, que incluso había leyes distintas para los estamentos que existían -aristocracia, clero y pueblo-; pues no era más que una bomba de tiempo para se planteara un cambio, una reforma. Las reformas siempre son difíciles, porque el interfecto es el que tiene que cambiar lo propio, y eso muchas veces significa eliminarse privilegios adquiridos. Así que si no había reforma, no queda más que una revolución. Un quitar lo que hay para ver qué sale; romper los paradigmas actuales para introducir algún otro; desordenar el orden actual para luego tratar de ordenar con otro orden. No sé si se podría decir, pero me sonó interesante la frase: «A falta de reforma, buenas son revoluciones».
(Aunque he mencionado varias veces que estos sistemas se pueden aplicar a diversas organizaciones, he caído yo mismo en el error de ver sistemas de gobierno de naciones o países o reinos… Pero baste por ejemplo pensar en la familia… hace unos «pocos» años, la familia era una monarquía absolutista; ahora es una democracia… todos mandan)
Después de esa breve digresión, regreso más o menos al hilo conductor. La revolución retira el poder del rey -le corta la cabeza- para instaurar la democracia. La democracia –en sentido puro- es muy difícil que se dé. Porque siempre los líderes revolucionarios quieren luego mandar, formando de alguna forma una aristocracia y dejando al “pueblo” sin ese “poder” que muchas veces habían ofrecido. Baste ver, a modo de ejemplo, los líderes de las independencias de los países de América Latina, fueron los que terminaron gobernando, muchas veces haciendo una camarilla entre ellos, haciendo una aristocracia. Se sublevan contra el poder español, en nombre de la gente, y luego se quedan ellos con el poder –muchas veces olvidando a esa misma gente que los apoyó.
El cambio provocado por la revolución es fuerte. Además de la cortada de cabeza del rey y de los nobles, hubo cambios en las categorías sociales. Estas categorías tampoco cambian de la noche a la mañana; por ejemplo, un cambio fuerte de la monarquía a la democracia fue el fundamento de la sociedad. Durante siglos, todo el fundamento de la sociedad estaba en la familia. Con la democracia, el fundamento está en la persona; no es cambio baladí, sino sustancial. Pero la familia seguido sosteniéndose durante siglos después del cambio del fundamento. Pienso que hasta finales del siglo XX  y principios de este siglo es cuando empiezan  a haber cambios en la familia, destruyéndola y empezando a existir leyes que regulen «familias» exóticas -nuevas formas de familias. Baste pensar que en ninguna constitución política de algún país que se hable de la familia, se define ésta, porque siempre estaba claro para todo el mundo qué era una familia.
La democracia tiene como fundamento a la persona. Y quiere lograr que todos seamos libres e iguales. Para esto, a lo largo de los años, se han planteado dos caminos. Aquel que parte de la libertad para llegar a la igualdad; y otro que parte de la igualdad para llegar a la libertad. El primero es el clásico camino de las democracias representadas por los Estados Unidos; el segundo es el camino que quisieron seguir los países en la órbita soviética (interesante notar cómo los países influidos por el comunismo, se llamaban a sí mismos países democráticos). Este segundo camino se ha demostrado claramente inviable. El primer camino todavía sobrevive.
Pero aquí viene lo interesante. La democracia. Mi Maestro Alvira es muy crítico contra la democracia. Una idea que repite con frecuencia es que la democracia es un dogma. Y además, creo que tiene razón. Se ve a la democracia como la solución de todos los problemas políticos, como el sistema de gobierno más adecuado y la persona que va contra la democracia es considerado un tonto o un revolucionario.
La experiencia que hemos tenido en nuestros países con la democracia no deja de ser paradójica. Por un lado, políticamente somos demócratas, republicanos (es decir, estamos a favor de la democracia; no me estoy refiriendo a los partidos políticos de los USA). Pero por otro lado, en las empresas somos claramente monárquicos, o por lo menos aristócratas.
Si soy emprendedor, la monarquía me queda como anillo al dedo, o como corona a la cabeza. Si soy empleado, me gustaría que la empresa me hiciera participar más en las decisiones de la misma (aunque sé que no necesariamente tendrá que pasar así, a menos que tenga mucha «autoridad» -saber socialmente reconocido).
Dando una revisada rápida a nuestros países, son pocos los que se salvan de que haya un sentir común de desprestigio de la clase política. Una vez cada 4, 5 ó 6 años, vamos a votar y designamos a un presidente. Este señor luego hace lo que le da la gana. La corrupción campea como Pedro por su casa. Y luego ponemos la esperanza en el siguiente gobierno, y resulta igual o peor que el anterior. Hay una desconfianza y un desencanto político.
Y a pesar de esto, y de muchas otras cosas más, seguimos sosteniendo que la democracia es lo mejor que hay. Esto es un contraste paradójico.
Interesante que todos –o la mayoría- está de acuerdo en que las empresas funcionan mejor que el estado. Y las empresas raramente se gobiernan con democracia (Quizá sólo algunas cooperativas; pero casi siempre las cooperativas que funcionan, son porque tienen a un gobernante de primera, un líder).
También habría que mencionar algo. Dice mi Maestro Alvira que apareció una concepción de la vida social-política basada en el estado. De alguna manera son como dos esferas: la esfera del estado en sentido estricto, que es una esfera de lo político, de lo público; y luego la otra esfera del mercado, la esfera de lo privado, la esfera de las utilidades. Y estas dos esferas han de estar comunicadas. Así que esa concepción socio-política tiene tres pilares: el estado, el mercado, y la comunicación entre ellos. Así vivimos actualmente en el ámbito político. Dependiendo el tipo de “tendencia” política algunos se acercan más a lo empresarial, al mercado y otro se acercan más a lo estatal; a los primero se les llama de derecha y a los segundos de izquierda (un reduccionismo bastante notable).
(Una aclaración de lo que significa burgués. A veces se piensa que burgués es aquel que tiene dinero; en su origen un burgués era el que vivía en un burgo, un pueblo o ciudad. Yo lo uso en este sentido, no en el sentido del que vive cómodamente)
(Pensé dividir este post en dos partes, pero al final no lo hice… perdón que me quedó largo)
(Perdón el desorden de las ideas, pero a la hora de empezar a escribir me salió algo que no había planeado escribir; así que espero que pueda ser útil y no haberme equivocado mucho)
(Espero continuar con una tercera parte, con las ideas que originalmente quería escribir para la primera parte)