Qui non progredi, regreditur
Me reencontré esta frase latina. El que no progresa, retrocede. El progreso, ir hacia adelante, está siempre tapizado de problemas. Ante esos problemas que se nos presentan podemos tener varias actitudes. En este breve post trato de explicar la relación que podemos tener con los problemas, ya sea en la empresa o en la vida personal. Me baso en algunos textos de mi querido maestro Carlos Llano. Casi todas las ideas son de él, y algunos párrafos son literalmente de su propiedad, aunque no lo cite textualmente.
Lo primero que deberíamos plantearnos es ¿qué es para mí un problema? En ocasiones nos dedicamos a resolver problemas, tapar agujeros, poner parches; o como se dice popularmente, en hacer de bomberos apagando fuegos. Y quizá tendríamos que retrotraernos para saber si realmente eso que estamos solucionando es para mí un problema. Quizá nos dedicamos a resolver más problemas de los que realmente deberíamos resolver. Como se dice por ahí, hay que saber qué batallas enfrentar, ya que no debemos ganarlas todas.
Los problemas que enfrentamos deben de estar en relación con los objetivos que nos hemos propuesto. Aquí tenemos un binomio: problemas-objetivos. Más bien, objetivos-problemas. Porque resulta que los problemas no son algo que se nos presentan; no. Los problemas es algo que buscamos. ¿Paradójico no? ¿Por qué esto es así?
Si me propongo un objetivo y empiezo a poner los medios para conseguirlo, voy directamente a buscar los problemas. Allí estarán, esperando a que los encuentre. Y seguro los encuentro. Nadie tiene dificultades de aprender inglés si no se ha propuesto aprender inglés. O ninguna empresa tiene problemas de exportación si no se ha propuesto exportar. Ningún matrimonio tiene problemas en la educación de sus hijos si no tiene hijos. Es “obvio” que empezar a conseguir algo y encontrar los problemas es todo uno.
Y aquí empiezan los matices. A veces llamamos problemas a lo que sólo es una apariencia de problema. Los verdaderos problemas están ocultos hasta que los vamos a buscar. De hecho, tenemos un criterio para distinguir un problema falso del real.
En ocasiones pensamos que problema es todo aquello que yo ignoro. Y trato de obtener mucha información. En estas épocas la información sobrepasa cualquier capacidad y obteniendo lo que un buen amigo me dijo: cosas interesantes e inútiles. Desperdiciamos mucha energía en esto.
Hay quien piensa que el problema está constituido por todo aquello que él no domina, y se agota para que cuanto sucede en la familia o la empresa esté «bajo control»; pero un control entendido en su forma prevalentemente posesiva («algo se encuentra controlado cuando está bajo mi control).
Hay quien piensa que el problema está en que las personas obedezcan; y se convierte en un meticuloso del mando, en un neurótico militarista a quien no le importan las cosas que se llevan a cabo sino cómo se llevan a cabo las cosas. Bueno, siempre y cuando se lleven a cabo según mi leal saber y entender.
Estos problemas que provienen del deseo de tener más información, más control, más autoridad, son pseudo problemas.
Y retomamos la idea originaria. El significado de un problema no puede tener más que este sentido: el problema es una dificultad –prevista o no- para el logro del objetivo propuesto.
Cualquier otro significado que quiera darse al concepto de problema será un significado falso. Cuando no hay objetivos claros a conseguir, no puede existir un criterio para discernir si un determinado evento, una situación dada, es o no un problema. Ya lo dice el dicho: “a quien no sabe dónde va, ningún viento le es favorable”. Así, ante la ausencia de objetivos, o todo es problema o nada es problema.
Reafirmando la idea, un problema es algo que perturba la consecución de un objetivo, y que debo eliminar en la medida, y sólo en la medida en que realmente se opone a mi objetivo.
Debemos estar centrados en las oportunidades, no en los problemas. De hecho,
1. Cada uno de nosotros persigue objetivos árduos, difíciles de alcanzar. Por lo tanto, el camino a su consecución está lleno de obstáculos y dificultades, que han de ser eliminados de ese camino para llevarnos hacia lo decidido como objetivo a conseguir.
2. Esos objetivos a veces están expresa y perfectamente fijos de modo estable. En ocasiones, si estamos centrados en las oportunidades, es congruente y necesario mejorar, enriquecer o cambiar los objetivos. Por eso hemos dicho con intensidad que es necesario estar centrados en las oportunidades y no en los problemas.
De todos modos, los problemas están presentes, y pueden verse también como oportunidad de acción, que es posible convertir en fuerza sinérgica para el objetivo que persigo. Suena un poco como al judo.
Podría verse la diferencia entre resolver problemas y conseguir objetivos, con el uso de dos verbos: arreglar y proyectar. Arreglamos los problemas; proyectamos los objetivos. Al proyectar, seguro nos encontraremos con muchos y difíciles problemas, que no nos sorprenderán, porque sabemos que ahí encontraremos.
Termino con una frase que dice mucho, y que viene al caso. “Pongan los ojos en lo que vale no en lo que cuesta”. Los objetivos valen mucho y por lo tanto iremos a buscar y a encontrar las dificultades. Pero al revés no tiene sentido: porque tenemos dificultades es que vamos tras algo grande… falso.
Nos vemos pronto.
PS1. Omití a propósito hablar de la inspiración. Estas últimas semanas he tenido buenos y grandes motivos de inspiración. Una de ellas ya fue extensamente citada anteriormente. Pero ha habido algunos otros (algotros como se dice en Guatemala) personajes que con sus comentarios y consejos han ayudado a levantarme el ánimo de escribir… también porque he estudiado un poquito más. A todos ellos y a todos los lectores, muchas gracias.
PS2. Especialmente dirigido a Ana María A… espero que en esta ocasión hayas visto que sólo es un tema…