Todos los trabajos tienen su nivel de ansiedad, de stress como se dice actualmente. Algunos un poco más y otros un poco menos. Pienso por ejemplo en la medicina, y sus múltiples ramas: algunas dan la impresión de que son más estresante que otras. Tengo un buen amigo que es intensivista, por lo que siempre está en situación de emergencia o en situaciones de vida o muerte; pero no sólo eso, sino que su sub-especialidad es en pediatría, por lo que su título es intensivista pediátrico, por lo que el nivel de estrés es todavía más fuerte… y esta especialidad de alguna manera casa perfectamente con la forma de ser de mi buen amigo Juan Pablo… basta verlo jugar futbol para darse cuenta de cómo corre, como se mueve de arriba para abajo; hubiera podido ser un perfecto volante de contención (como aquel famoso holandés Davids que corría de arriba para abajo como loco detrás de la pelota). Hay otras especialidades de la medicina que vistas desde fuera, tienen menos nivel de estrés. Pienso por ejemplo en la dermatología, donde las emergencias y velocidades de reacción no son tan frecuentes; cuentan que los dermatólogos tienen una frase de arranque: “vayamos al grano”.
De cualquier manera, tanto un dermatólogo como un especialista en intensivo tienen su estrés. Y de alguna manera cada quien escoge su nivel de estrés que puede soportar. Mi amigo Juan Pablo es bueno para manejar la ansiedad; y de alguna manera cada quien, en su trabajo logra manejar su nivel de estrés, o por lo menos, procura hacerlo. Por supuesto que el nivel de ansiedad tampoco es continuo, pues nadie podría aguantarlo; de hecho, cuando no se maneja bien pueden venir enfermedades, las clásicas de nuestra época: desde la gastritis hasta la depresión profunda, pasando por un montón de ellas que desconozco hasta su nombre…
También hay casos más exóticos. Siguiendo con los ejemplos de nuestros médicos, tengo un amigo a quien le digo que tiene personalidad de “médico intensivista” y resultó que estudió “dermatología”. Carlos, así se llama, es lo que en el lenguaje corriente se titula como un “acelerado”, y como dermatólogo lo hace muy bien. Ya se ve que el trabajo no necesariamente tiene una correlación de 1…
Saliéndonos del tema de los médicos, decíamos que todas las tareas tienen su nivel de ansiedad, que sube y baja según los momentos. Desde el campesino hasta el Presidente de una República, todos padecemos estrés.
Aterrizo. El trabajo que realizo también tiene su nivel de estrés. Aunque mi trabajo tiene varias facetas, la principal es la docencia en el aula, comúnmente llamada como dar clase, es decir, ser profesor. Siempre que entra uno al aula hay cierto nivel de estrés, de ansiedad. Además, debido al método del caso que usamos en el IPADE es todavía más fácil que el nivel de ansiedad suba, porque no se sabe por dónde puede “saltar la liebre”. Hay otras situaciones que pueden provocar más estrés (o por lo menos, me lo provoca a mí): cuando das un tema nuevo, cuando te enfrentas a un grupo nuevo, cuando tienes muchas clases seguidas el mismo día, o bien muchos temas que tienes que estudiar y poco tiempo para hacerlo… y si a eso se la aúna una personalidad tímida, el estrés de ser profesor es muy alto cuando suceden estas cosas…
Pero hay un momento en el que el nivel de estrés disminuye muchísimo, y es cuando pones el examen final. De hecho, escribo este post mientras estoy viendo a más de 40 chicas y chicos que hacen el examen que les he puesto de Finanzas de Valuación…. Simultáneamente, en otro lugar, están haciendo otros 80 el mismo examen, “supervisado” por una colega, con quien estamos en comunicación constante por Skype por si hubiera alguna dificultad fuera de lo ordinario que yo, como profesor encargado del curso tendría que resolver.
En estas situaciones, el estrés, la ansiedad es trasladada magníficamente del humilde profesor a los alumnos. Como están en semana de exámenes, cada día tiene su estrés peculiar, ya que al finalizar un examen comienza el estrés del examen del día siguiente. Así, hasta ayer no había recibido ninguna noticia o pregunta de mis queridos alumnos. En cambio, ayer por la tarde, al finalizar su examen de Factor Humano les comenzó el estrés del examen de Finanzas. Y empezaron las preguntas y dudas a través del correo, del Facebook, del Whatsapp, del Skype, por todos lados. Un alumno me dijo que me había soñado junto con miles de números; otra me dijo que tenía una “pregunta de stress de último minuto” cuando iba de camino al aula; y en fin, el stress disminuye en muchos al momento de recibir el examen; en otros, como de alguna manera sigue en ellos la ansiedad, que a veces provoca que no resuelvan el examen de la mejor manera (recuerdo aquí una anécdota de hace muchísimos años de un amigo que empezaba la carrera de Ingeniería en Guatemala; el estrés se le manifestaba en sudoración en las manos; para su primer parcial de Matemática I estaba tan estresado que con la mano mojó de tal manera el papel del cuadernillo del examen que deshizo una de las hojas. Por cierto que René ahora es un buen ejecutivo de una empresa que produce y distribuye productos de consumo masivo, y ha trabajado para esta empresa en varias partes del continente americano).
Desde hace relativamente pocos años hemos notado que el nivel de seguridad de los alumnos cuando realizan los exámenes ha disminuido mucho. Y con mucha frecuencia llegan a hacerte preguntas con respuesta tan obvia que llama poderosamente la atención esta actitud, que además ha sido general, tanto en los master de tiempo completo como en los master ejecutivos. La o las causas de esto no las conozco exactamente, pero quizá una causa podría ser el mundo tan competitivo en el que vivimos, que queremos estar absolutamente seguros de todo lo que hacemos, decidimos, analizamos, ya que equivocarnos nos puede costar muy caro. Quizá esto explicaría algo.
Nunca había definido exactamente esta actitud. Hasta hoy por la mañana, previo al examen, mientras afinábamos los medios de comunicación con Nancy, mi colega quien cuida el examen a 900 Km de donde estoy yo. Ella me definía que eran “Preguntas de Ansiedad”, con lo que me “cayó el 20” para poder escribir este post.
Para evitar estas preguntas y ayudar a nuestros alumnos a que tomen los riesgos que toda la vida se han tomado en los exámenes, se nos ocurrió “cobrar” por cada pregunta. En el examen les pusimos que cada pregunta será “pagada” con 1 punto sobre 100 de la calificación. Y ha tenido éxito la fórmula… comparativamente hemos tenido muchísimas menos preguntas de las que tendríamos a estas alturas en otros exámenes. La idea, es ayudarles a correr esos riesgos; forzarles a que los corran. Estoy seguro que eso aportará en su formación un granito de arena; o eso confío.
Nos vemos en la próxima.
brindandonos un mayor estres en saber si nuestra duda la respondimos solos de buena manera, o si era otra respuesta al no querer perder puntos 🙂
excelente articulo!
Excelente método!! Cobrar las preguntas hacer primero que los alumnos se autoplanteen las preguntas.
Me opongo a que los maestros (los demás, claro) den tiempo extra de examen cuando se especifica un tiempo limite. Que los maestros den su punto de vista…
Mi estimado Javier, me describiste exacto!! Lo malo de todo, es que te acostumbras a vivir bajo estrès. Cuando estàs de vacaciones te hace falta. Gracias por compartir.