Hace un mes recibí un documento escrito por Alejandro Santana, gran amigo, quien acaba de finalizar el Master en Dirección de Empresa, Full Time MBA como le llaman ahora, en el IPADE.
Me gustó mucho el artículo (entre otras cosas, porque me cita…), y le pedí autorización para publicarlo, cosa que me concedió, así que aquí está transcrito tal cual lo escribió él.
Gracias Alejandro.
Hace unos días termine la maestría en dirección de empresas del Ipade, una de las experiencias más impresionantes de mi vida que quisiera resumir en una historia.
Historia
Son famosas las pastillas de menta que dan en el Ipade entre los “breaks” de cada sesión, hoy más que nunca las recordamos al ver el closet lleno de ropa que por lo pronto no podemos usar porque ya no nos queda (Javier Duarte, profesor del Ipade y un gran amigo, se convirtió en uno de los mayores distribuidores de estas pastillas durante el master, te daba una cada vez que contestabas una tontería así que ya se imaginaran…).
Durante la maestría viví en la casa de Buenavista, un centro del Opus Dei para servir a la dirección espiritual para todo aquel que quiera recibirla. La administración de la casa es encabezada por numerarias que se santifican a través de su trabajo administrativo.
Después de la primer semana en el ipade (parte del periodo introductorio = intensidad), ya acumulaba una docena de estas pastillitas de menta, me comí 11 pero la restante la deje en una repisa de mi baño. Pasaron los días y la ola de información a estudiar y analizar me habían impedido notar que el sobre de pastillas seguía ahí. Decidí dejarlo a ver cuándo desaparecía de su lugar…
Pasaron los días, las semanas y meses…señoras y señores, después de 2 años y 2 periodos de ausencia de 2 y 4 meses, el sobre de pastillas no se ha movido. ¿Por qué la administración simplemente no la tiro después de un par de días, si han visto que le pego duro a las papas y galletas. Porque simplemente no tirarla porque ya había caducado o no estaba en el lugar correcto… puede ser por los famosísimos y mundialmente conocidos “pequeños detalles”.
Fin de la historia…
Aquí es donde me tomo la libertad de analizar los hechos con un poco más de profundidad. Ese sobre de pastillas de menta me salvo muchas veces durante el master, en momentos de presión, cuando mi limitada cabeza no me daba para más o extrañaba a mi familia-amigos y me preguntaba: ¿Qué diablos (chin…) estás haciendo aquí?
El sobre de pastillas se volvió primeramente un signo de constancia. Al ver que la administración día a día respetaba la posición de ese sobre, me hacía encontrar en su trabajo un gran sentido de dedicación, de no andar buscando atajos por que las cosas buenas se construyen con el tiempo.
Ese “algo bueno” que menciono arriba se fue afinando conforme avanzaba el programa, primero simplemente se trataba de sobrevivir y finalmente se ha vuelto un tema de servir, ese es el objetivo. De decidir dónde puedo servir mejor, porque las prisas nos empujan a ser egoístas y solamente pensar en nosotros, “en mi proyecto”, hacen que se nos olvide el sobre de las pastillitas.
El gran reto se ha vuelto poder abarcar más, en el ámbito profesional, personal, familiar y social. Las herramientas nos las han dado por tanto somos más responsables y esto no lo podemos ignorar.
Solo espero que con el paso de los años podamos mantener la vista amplia y la firmeza en los criterios, desde las pastillas de menta hasta no sé dónde todavía…
Agradecimientos:
A Dios.
A mis padres, hermanos y mi sobrino, les debo mi felicidad.
A los amigos que he hecho en esta aventura, compañeros de clase, equipo, profesores y equipo del mede, no se han cansado de enseñarme y espero que la paciencia aguante porque nos quedan muchos años más juntos.
A mi hogar de Buenavista, encontré y aprendí tanto ahí. Porque no hay ninguna familia normal y aun así lo único que sigue importando es la familia.