La víspera de Navidad

Después de varias semanas de preparación, hemos llegado a la víspera de Navidad. La noche de hoy es llamada, con gran razón, Noche Buena; mañana es la Navidad, o la Natividad del Señor. Es, litúrgicamente, el día más grande en la Iglesia Católica después de la Pascua de Resurrección. Pero la Navidad tiene un «no sé qué» que la terminamos celebrando más que la Resurrección. Quizá ese «no sé qué» es que no está todo el sufrimiento de la Pasión y muerte de Nuestro Señor en la Cruz.

Hoy me sorprendía la liturgia de la Palabra en la Misa. Desde hace unos días todos los evangelios (los liturgistas dirían»perícopa evangélica») que se leen en la Misa vienen recogiendo los textos previos al Nacimiento de Nuestro Señor. Esto es lo lógico, ya que los últimos días previos a la Navidad son de preparación más próxima para el día 25. Hace unos días fue el anunció del Ángel Gabriel a Zacarías que sería papá de Juan junto con su anciana mujer Isabel. Luego el pasaje paralelo de la maravillosa Anunciación del mismo Arcángel Gabriel a María de que sería la Madre del Hijo de Dios (son pasajes paralelos pero con muchísimas diferencias, muy comentado por los expertos). Luego viene el nacimiento de Juan Bautista, que se leyó ayer en todo el mundo… Ese evangelio termina con la liberación de la lengua de Zacarías, a quien Gabriel había dejado mudo por incrédulo… una vez oí un comentario de un sacerdote que más o menos venía a decir esto: «si algún pasaje de la Biblia se nota un Ángel «enojado» es con Zacarías». Hacía la salvedad de que muy probablemente los Ángeles no se enojan, pero que allí Zacarías casi enoja a Gabriel (en Guatemala dirían «le sacó calor»)…

En el Evangelio del día 24 se lee el himno que Zacarías eleva a Dios en agradecimiento por el nacimiento del precursor del Cristo, el Mesías, el Redentor, el Hijo de Dios. La verdad es un himno al que nunca le he puesto cabeza; bueno, y sigo sin ponérsela. Pero ahora me impactó una frase que dice Zacarías, y era mi objetivo para escribir este post. La frase, traducida al castellano dice así: «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz«. 

No tiene pérdida… Dios es infinitamente misericordioso, y por eso va a nacer ese Sol de lo alto, ese pequeño Niño que nacerá esta Noche Buena. Pero ese Niño es luz que nos iluminará, que nos ha iluminado y que nos seguirá dando esa luz para que todos los problemas que hay en el mundo puedan tener esperanza de solución.

Hay dos figuras que lucen junto al Niño. Su mamá y su papá. Quienes lo envolvieron en pañales, le alimentaron, le educaron y principalmente, le quisieron -amaron- con toda su alma. La Theotokós (Deipara, Dei Genetrix, la Madre de Dios) la Bienaventurada Virgen María y San José están al lado de su Hijo… Ellos nos pueden ayudar a estar con Jesús en el pesebre esta noche y los días que siguen.

Hace unos años escuché a un Mariólogo decir una frase que él a su vez había oído de una alma santa. Era una breve oración (una jaculatoria) dirigida a Jesús, que me gustó, así que procuro rezarla todos los días: «Jesús, dame tu corazón para amar a tu mamá como tú la amaste».

Feliz Navidad.