La Capacidad de Asombro

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Estoy leyendo un libro cuyo argumento central es la “capacidad de asombro”. El libro toca la capacidad de asombro en un tema concreto, pero pienso que puede aplicarse para cualquier otro tema.
Una de las primeras frases que le he encontrado al libro dice que “sin el asombro el ser humano caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal”.
Esta frase me llamó la atención por lo “violenta” que suena: la persona que no se asombra, lleva  una vida rutinaria, repetitiva, sin “alma” podríamos decir. Y si pensamos en algunos momentos o facetas de nuestra vida, quizá hemos caído en el aburrimiento de la apatía provocada por la rutina sin alma.
Si nos asombramos de algo, le encontramos vida a la vida. Es como un reiniciar la vida, como un reboot de nuestro vivir.
Seguro nos hemos topado con personas que no se asombran por nada. Que todo les parece lo normal, lo natural, lo que estaba previsto… y hemos observado que quizá aquellas personas ya están enfermas de tedio y quizá pasan a ser “personas del montón”, sin una existencia personal, que es única, irrepetible.
Algunos, para asombrarse, hacen “locuras”;  conductas que están fuera de lo ordinario y rutinario (es decir, hacen cosas extraordinarias). Y así logran darle más “sabor” a su vida. Logran asombrarse con las cosas nuevas.
Pienso que es interesante hacer “locuras” para asombrarse, sin que excedan los límites impuestos por nuestros valores que tenemos y las virtudes que tratamos de vivir.
Pero por otro lado, creo que es más interesante lograr asombrarse de lo rutinario y ordinario. Más interesante y más retador. ¿Cómo hacer esto? Creo que ahí está el quidde la cuestión. Asombrarse con “locuras” y lo extraordinario es más fácil que asombrarse con lo ordinario.
“Pues resulta que mi vida es rutinaria”, podría pensar alguien. “¿Debo esperar al fin de semana para lograr lo extraordinario para asombrarme?” Quizá sí, pero también deberías aprender a asombrarte con las cosas ordinarias.
Se me ocurren algunas cosas ordinarias que deberían asombrarnos, incluso cada día… obvio no están ordenadas con ningún orden, más que en el orden en que se me vinieron a la cabeza.
Asombrarnos por:

-Haber amanecido hoy.
-De la tecnología que tenemos actualmente.
-Tener amigos, esposa, esposo, hijas, hijos, papás, hermanas, hermanos, etc.
-Tener trabajo o por ser “asesor”, es decir, en busca de trabajo.
-Ver un amanecer (orto) o un anochecer (ocaso).
-Tener posibilidad de tener cerca a quienes están lejos, sin alejar a los que están cerca.
-Tener algún grado o nivel de educación.
-Asombrarnos por cómo hay personas que se empeñan en sacar de la ignorancia a otros, educándolas. (A mí me asombra mucho cómo con una pequeña ayuda económica, se puede hacer tanto por la salud y la educación).
– Y mil cosas más.
Creo que también debemos asombrarnos de las cosas malas, pero para ponerles remedio, dentro de lo que cabe, con nuestras posibilidades.
Mientras escribía esto, se me ocurrió que el asombro también sirve para aprender. Si uno no tiene capacidad de asombro no hay manera humana de aprender algo. Porque en el fondo quiere decir, que ya sabemos todo, que no podemos cambiar de opiniones, que no podemos profundizar en un tema, o llegar a conocerlo. En el fondo, que somos autosuficientes. Y sabemos que esto no es cierto.
Tengo años que descubrí una frase que repito con alguna frecuencia. Aunque no está relacionada con el asombro, creo que aplica: “si no hay constatación de nuestra ignorancia, no hay posibilidad de aprender ni de enseñar”. Que para efectos de este post, podríamos cambiarla por “si no tenemos capacidad de asombro, no hay posibilidad de aprender ni de enseñar”.
¡Asómbrate!