Estaba terminando de escribir mi post anterior cuando recibí la noticia del fallecimiento del Hermano León. Varios de mis compañeros mandaron mail, y otro compañero y buen amigo me lo posteó en el Facebook.
Desde hace algún tiempo tenía anotado entre los pendientes de escribir de hacer un breve artículo sobre el Hermano León. No había tenido de escribir sobre él. Ahora cumplo con esta gustosa obligación.
No tengo datos exactos de su vida; pero sí de algunas cosas que sé y que recuerdo. El Hermano León se llamaba Maximino Echavarri (si no me equivoco). Nacido en España, llego a las Américas hace más de 60 años. Por lo que sé, estuvo en Cuba de donde salió expulsado cuando los hermanos Castro se hicieron con el poder. Para entonces ya era Hermano Marista de la Enseñanza, Congregación religiosa fundada por San Marcelino Champagnat en el siglo XIX en Francia. Fiel a la costumbre de muchas instituciones religiosas cambió su nombre Maximino por León.
Aterrizó en el Liceo Salvadoreño hace muchísimos años. Fue profesor de Literatura para muchas promociones de nuestro querido colegio. Principalmente era conocido por su afán de meter al Liceo y a sus estudiantes en los deportes. Calladamente, pero con mano firme dirigió los deportes durante muchísimos años. Siempre pasaba desapercibido, aunque todos sabíamos que él estaba detrás apoyando, animando. Nuestro colegio siempre ha sido bueno en Basquetbol, y él era uno de los principales causantes de este éxito. Qué memorables momentos gritando hasta quedar afónicos para apoyar al “LI-CE Ó CAMPEÓN”.
Nuestra promoción de 1982 fue memorable cuando terminamos el colegio. Tuvimos suerte de que nos hicieran una breve ceremonia de graduación. Los desmanes que hicimos casi nos impide recibirnos de Bachilleres Académicos especialidad Físico-Matemático (o Químico-Biológico). Al final, parece que el Hermano León también intercedió ante el Hermano Director para que tuviéramos una pequeña ceremonia. Vale la pena decir que entre nuestros compañeros había varios buenos jugadores del equipo de Basquetbol, y que de alguna manera eran “consentidos” del Hermano León. El cariño del Hermano León hacia ellos era mutuo. Por Aldo Conde hemos seguido los últimos años del Hermano León, en buena parte por ese cariño que se tenían ambos.
Pero esa “desastrosa” promoción del 82 tuvo, 25 años más tarde la idea de constituir una fundación para ayudar a los alumnos del Liceo que tuvieran problemas económicos y no pudieran completar su colegiatura en el Liceo. A nuestro Presidente de promoción, y principal promotor de esta idea se le ocurrió ponerle el nombre de este querido Hermano: “Fundación Liceísta Hermano León”; desde entonces a través de donativos, se ha ido ayudando a muchos estudiantes a que sigan en el Liceo Salvadoreño. Por vivir fuera de San Salvador, he tenido poca participación en la Fundación; pero tengo el orgullo de que el único miembro fundador de esa Fundación que no es de nuestra promoción es mi hermano José Roberto (es bachiller de 7 años antes).
Hay un elemento que creo que pocas veces lo hemos mencionado cuando se habla del Hermano León es sobre su vida espiritual. La verdad, conocí poco sobre esto. Pero un hombre fiel durante tantos años ha de haber tenido una vida espiritual –vida interior- muy profunda. Un hombre fiel en medio de años turbulentos. Yo tengo el convencimiento que era un hombre santo. Todavía recuerdo cuando nos hacía exámenes, cómo se iba hacia atrás, apoyado en la pared, y se le veía rezar, piadosamente. Con una devoción grande a Nuestra Señora, una característica de nuestros Hermanos Maristas. Y también en los partidos se le veía muy metido en Dios. En definitiva, un gran hombre, y un santo.
Hermano León, estará feliz en el Cielo, gozando de la visión beatífica de la Trinidad; le habrá ido a buscar Aquella por quien se va a Jesús. Estará con San Marcelino, y con tantos hombres que están en el Cielo gracias al influjo de los Hermanos Maristas. Y también con tantos exalumnos suyos que ya están allá arriba, esperando para agradecerle todo el bien que hizo.
Dios lo tenga en su gloria.
Sin duda alguna. Gracias Javier por compartirlo. Saludos !
Concuerdo con William Palomares, excelente lectura