Discurso Académico

El día miércoles 9 de abril pronuncié unas palabras en la graduación de la Maestría para Ejecutivos en Dirección de Empresas y en el Postgrado en Dirección de Empresas de Unis Business School en Guatemala. Esta fueron las palabras que leí.

Honorable Licenciado Marco Antonio García Kihn, Vicerrector General de la  Universidad del Istmo; Respetables autoridades de la Escuela de Negocios de la Universidad del Istmo: Licenciado Víctor Manuel Turcios, Director General, Ingeniero Julio Aguilar, Miembro de la Junta Directiva, Doctor Hugo Cruz, Director Académico.

Estimados amigos que acompañan a sus familiares.

Estimadísimas y estimadísimos graduandos.

Buenas Noches.

Hace algunas semanas recibí la invitación por parte del Doctor Hugo Cruz, para dirigirles estas palabras; acepté dicha invitación con muchísimo gusto, pues siempre dirigirse a una concurrencia tan selecta es un honor.

Festejamos una celebración académica, que es un logro importante; es la culminación de un objetivo arduo por el tiempo que conlleva realizarlo. De hecho, unos de ustedes finalizan un Postgrado después de un año; otros culminan dos años de estudios y consiguen además un grado académico de reconocimiento en todo el mundo. Han dejado de ser licenciados para convertirse en Maestros: tienen ahora una Maestría en Dirección de Empresas. Felicidades a ambos grupos. Aunque a los que sólo finalizan el Postgrado les cito dentro de un año aquí mismo como colofón a esta ceremonia académica (como paréntesis me gustaría comentar que, en estos días tengo el gusto de estar dándoles uno de los primeros cursos de inicio de su Maestría… así que seguramente nos veremos por aquí en un año…)

He pasado algunos ratos dándole vueltas a lo que podría comentar en estos pocos minutos que me cedieron.  Me preguntaba, ¿qué idea transmitir a estos graduados y a sus familiares y amigos que ahora les acompañan?

¿Qué tienen en común todos mis oyentes?, pensé. Y después de un tiempo, caí en la cuenta de que una de las cosas que tenemos en común los que estamos aquí, es que todos trabajamos.

El trabajo, en sentido genérico, es aquella actividad a la que nos dedicamos: un trabajo remunerado en una empresa, el sacar adelante a una familia, estudiar en el colegio o en la universidad, emprender, etc.

En ocasiones algunas personas piensan que para que algo se pueda considerar como trabajo es necesario que sea remunerado. Esto es un error. El trabajo –que debemos considerar como trabajo profesional, profesionalmente realizado- es aquello a lo que nos dedicamos más intensamente, sea remunerado o no, bien remunerado o mal remunerado.
Pensaba, mientras escribía esto, que el trabajo que he realizado preparando estas palabras, para algunos no sería un trabajo, porque no es remunerado; pero realmente lo considero un trabajo profesional, que he querido hacer lo mejor posible.

Tengo que reconocer que la construcción de este discurso ha tenido varias etapas. Un día, mientras tenía un poco de tiempo libre llené un papelito con ideas de lo que me gustaría comentarles. Hace más de una semana empecé a escribir lo que tenía que leer. Como sabrán, para este tipo de actividades, mandan los cánones que no se debe improvisar nada, y todo ha de estar escrito y ha de ser leído; así que me puse a escribir. Como también sucede con estas cosas, hay que dejarlas estar un tiempo; así que escribí y dejé estar el escrito. Después descubrí que había caído en un error, que lograría lo que no quería: aburrirlos a ustedes, y entonces hice mentalmente –bueno, en otro papelito- un reordenamiento de las ideas que quería comentar esta noche. Y en lugar de querer transmitirles muchas ideas –como había pensado al inicio-, pensé mejor en transmitir dos o tres conceptos fundamentales e insistir más en ellos. Así que a borrar y a volver a escribir

¿Por qué digo todo esto? Porque pensaba tomar como ejemplo la elaboración de este breve discurso para transmitir dos ideas fundamentales sobre el trabajo.

El trabajo honrado de cada uno de nosotros –insisto, trabajo en la empresa, en la casa o en el estudio- puede hacerse mejor o peor; es mejorable. Siempre podemos darle un matiz que lo mejore; o dejar de hacer algo y el resultado no es lo esperado. En definitiva, el trabajo es perfectible. Todo trabajo puede ser susceptible de mejora. Creo que para cada uno de nosotros, en primer lugar, vale la pena tener presente esta idea: el trabajo siempre es mejorable. Y por eso, cuando nos equivocamos en el trabajo, debemos de rectificar, volver a empezar, arreglar lo que está mal, etc. Fue lo que tuve que hacer con este discurso.

Y como el trabajo es mejorable, tenemos que mejorarlo. Tenemos que hacerlo mejor. Mejor de lo que lo hemos hecho hasta hoy. Tenemos que hacer bien el trabajo. Tener en nuestra cabeza una idea clara: “tengo que hacer mi trabajo bien hecho”.

Me imagino que a todos nos desagrada cuando nos presentan un trabajo mal hecho; y a todos nos gusta recibir un buen servicio, que nos entreguen algo bien hecho, cosas de calidad. Así que vale la pena que todos nos planteemos o replanteemos esto: tenemos que hacer el trabajo bien hecho, mejor que lo mejor.

No se trata de realizar un trabajo perfecto. Eso es imposible precisamente porque el trabajo es perfectible. Si es perfectible, nunca será perfecto, y ni falta que hace. Porque para realizar un trabajo perfecto tendríamos que dedicar tal cantidad de tiempo, que dejaríamos de hacer otras cosas de nuestro trabajo y tendríamos una paradoja: perfectos en la ejecución de una actividad habiendo dejado de hacer otras muchas actividades. Como el estudiante que sólo estudia la materia que más le gusta, en la que saca 10, pero luego saca  7 ó 6 o menos en las demás. O el ejecutivo que llega adecuadamente a su meta de ventas, pero luego no registra con detalle los gastos que realiza. Un trabajo bien hecho ha de ser simplemente eso: hacerlo bien, sin chapucerías, sin improvisaciones, completando todas sus facetas

Trabajar bien implica antes pensar bien, ver las posibilidades que se nos presentan, meterle cabeza a las cosas, y no dejar pábulo a la improvisación. La improvisación es una costumbre muy arraigada en nuestros países centroamericanos, y causa de muchos trabajos mal hechos.

Muchos de los aquí presentes –los graduados por ejemplo- dedican buena parte de su tiempo al estudio. A veces puede resultar pesado estudiar, pero cuando uno le pone empeño, esfuerzo y cariño, quizá hasta la materia más árida –como las finanzas- pueden ser interesantes. Tenemos que estudiar bien, con verdadero afán de aprender y no sólo de obtener una calificación que nos permita pasar el curso. Afán de aprender, para superarnos. Dedicar tiempo. Yo he oído como en otros países hay personas que se pasan 8 horas diarias o más estudiando; y pocas veces he oído esto de algunos de nuestros países. Sin dedicación de tiempo no podremos entender las cosas, nos quedaremos en la superficie, y no llegaremos a descubrir que una cosa  importante del estudio es darse cuenta de que uno no sabe nada, y por lo tanto habrá afán de aprender. Hace años leí una frase de Jerome Bruner que decía así: “Si no hay constatación de la ignorancia, no habrá tampoco esfuerzo por aprender ni por enseñar”. Para los que terminan la Maestría ahora esto tiene especial significancia, porque deben de poner todo el empeño por seguir estudiando, sin dejar nunca esta maravillosa obligación de estudiar. Ese estudio continuo repercutirá positivamente en cada uno, en las empresas en las que trabajamos y en nuestro país.

Entonces, trabajo bien hecho. Esto da para mucho más, pero lo dejamos aquí.

La segunda idea que quería comentar es que el trabajo es el lugar propicio para vivir las virtudes. Las virtudes, que son como una fuerza que nos mueve a hacer cosas según el ámbito propio de la virtud. ¿Dónde se viven y desarrollan las virtudes? Pues en el lugar dónde más tiempo pasamos, que es el trabajo. Así que allí hemos de vivir las virtudes.
No sé por qué, pero desde hace muchos años cuando quiero poner un ejemplo de virtud, pienso en la puntualidad, sin referencias particulares a nadie. Pues resulta que una persona que es puntual, se le facilita mucho la puntualidad, y se le dificulta ser impuntual; aunque siempre ha de hacer un esfuerzo por vivir la virtud. A una persona impuntual se le dificulta mucho ser puntual –aunque es experto en razones de por qué no vivir esta virtud- y se le facilita la impuntualidad. ¿Cómo comenzar a adquirir una virtud que no tenemos? En primer lugar debemos darnos cuenta que no tenemos la virtud; en segundo lugar, se adquiere la virtud haciendo actos propios de la misma, por ejemplo, en lo que veníamos hablando, siendo puntuales una vez y otra; al principio cuesta mucho, pero luego la virtud va arraigando en nuestro naturaleza y terminamos por conseguir que sea fácil vivir la virtud.

Pues el trabajo es el mejor lugar dónde podemos mejorar en las virtudes, que son muchas. Por ejemplo, hacer el trabajo bien hecho, sería parte de la virtud de la justicia, así que al mismo tiempo que hacemos un buen trabajo, mejoramos en la virtud de la justicia. Y así, haciendo bien nuestro trabajo, podremos ir consiguiendo más virtudes como la diligencia para trabajar continuamente, la generosidad para ayudar a los demás, la caridad para comprender a nuestros compañeros de trabajo, la fortaleza para no cejar en lo que nos hemos propuesto, la templanza para usar los instrumentos de trabajo adecuadamente, y muchas otras más…

Bueno, se me ha pasado el tiempo. Espero que estas ideas del trabajo bien hecho y de vivir las virtudes en el trabajo puedan ser útiles para cada uno.
Nuevamente muchas felicidades a los graduandos.

Muchas gracias.


Buenas noches.