Ayer empecé a escribir este artículo, pero me quedé en el primer renglón, así que ahora lo retomo con la esperanza de acabarlo… Aprovecho un poco el tiempo mientras cuido un examen -el último del año- de los Master Ejecutivos de México, unos 110 buenos profesionales (o profesionistas, como dirían en México).
He empezado a leer algunas cosas escritas por Carlos Llano sobre la Decisión. Estoy preparando dos cosas: una de manera inmediata que es mi examen de sociología; la de manera mediata la tesis de la maestría y la posterior tesis de doctorado. Mi tema de la tesis de maestría será «La toma de decisiones en Carlos Llano»; como ese es el tema de mi tesis, me dijo mi profesor de sociología que aplicara los conceptos vistos en ese curso a alguno de los documentos de Carlos Llano sobre la decisión.
Quizá alguno no sepa quién fue Carlos Llano. O quizá son muchos los que no lo conocieron ni han oído hablar de él. Yo tuve la suerte de conocerlo y platicar con él en algunas ocasiones, aunque no pueda decir que lo traté bastante, sino más bien poco.
Pero sí puedo contarme entre el número de sus alumnos. Carlos era filósofo de profesión y empresario de corazón. Unía ambos mundos, y trató de hacer síntesis de ambas cosas: podríamos decir, sin que se me ofendan los filósofos, que trató de hacer una «filosofía aplicada a los negocios». Escribió muchísimos libros y artículos. Publicó uno tras otro libros.
Pero principalmente Carlos fue un gran profesor. Era capaz de hacer cosas fuera de serie como profesor: tenía atento a todo el mundo; podía hacerte pedazos «intelectualmente» pero luego era capaz de levantarte para no dejarte herido; hacía «trucos» en el aula, que los tenía muy entrenados: esto nunca lo vi, pero varios me lo contaron, que se quitaba los lentes y los tiraba sobre la mesa del profesor, con tal impulso que parecía que se iban a caer al final de la misma, y todo mundo se quedaba viendo atentamente los anteojos…hasta que éstos se detenían en el último instante; una vez me tocó ver cómo escribía en el pizarrón una palabra, y luego se sentó a dar una pequeña cátedra, y tomó el yeso (gis o tiza) y sin ver, señaló con el mismo yeso la palabra que había escrito a su espalda…
En fin, Carlos era un gran personaje, y además era muy detallista. Recuerdo una vez Carlos iría a dar a Guatemala una lección inaugural; yo vivía en ese entonces en México… tuvo el detalle de llamarme para que nos viéramos un momento, y lo único que quería era preguntarme si se me apetecía mandar algo a Guatemala… la verdad es que se lo agradecí muchísimo…
Carlos escribió mucho de filosofía y mucho de negocios y mucho de filosofía y negocios. Tenía, como él mismo dejó escrito, afán o capacidad de logro (es claro que no lo escribió de él mismo). Decía: «el logro de un objetivo decidido, y la decisión del mismo objetivo, exigen una incesante renuncia, que es el precio que debe pagarse por el logro mismo: la necesidad de logro exige capacidad de renuncia».
Frase interesante, porque las influencias de los medios de comunicación (y del mercadeo) están impregnando nuestra sociedad de poco afán de logro y muchísimo menos de renuncia. Casi se busca hacer compatible conseguir cosas árduas sin tener que renunciar árduamente a cosas que nos impiden conseguir los objetivos. En México están sacando mucha publicidad para que las personas -especialmente los niños- dejen de comer «comida chatarra»; he visto un anuncio donde una muchacha llega a la cocina y encuentra allí un plato con frutas y un plato con galletas ricas de chocolate… y hace el intento de tomar la galleta, pero al final se inclina por la fruta… pero lo hace tan fácil y sin ningún esfuerzo, que parecería fácil. Cualquier persona a los que nos gustan las galletas, de plano escogeríamos las galletas en lugar de una manzana… y si acaso escogemos la manzana tendríamos que hacer un gran esfuerzo… esa necesidad de logro exige renuncia, en este ejemplo, como en todo…
A mayor objetivo, más afán de logro y más renuncia… Carlos dice que «toda decisión, al clausurar el futuro de otras alternativas, produce una ruptura, una cancelación de otros aspectos del yo, que no pueden, si se quiere ser consecuente, volver a revivir»… Renuncia total a lo que no hemos escogido… ni más ni menos. Se dice fácil, pero todos sabemos que no lo es.
Bueno, seguiré leyendo este artículo para terminarlo…
Nos vemos pronto.