Como había comentado, estoy leyendo el libro de Santiago Posteguillo titulado «Circo Máximo; la ira de Trajano»; es el segundo libro de la trilogía que este Profesor Valenciano está escribiendo sobre el Emperador Trajano, que dirigió el Imperio Romano desde el año 98 al 117.
Con este son 5 novelas históricas que escribe Posteguillo sobre Roma. La primera trilogía está dedicada a Publio Cornelio Escipión el Africano.
Hace unos días me decían unos amigos que no les gustaba la novela histórica, porque no sabían qué era verdad y qué era novela. Y la verdad es que tienen razón. Así como también tiene razón el que les contestó «pero tampoco sabés si lo que te dice el historiador es cierto». En fin, creo que ambos tienen razón, y el peligro de la novela histórica es este.
Pero creo que Posteguillo ha ido consiguiendo dejar bastante claro qué acontecimientos son historia. De hecho, cuando hay algún acontecimiento importante que describe en un capítulo, al final del mismo pone alguna referencia histórica (fuertemente histórica) como para recalcar específicamente algún punto.
Personalmente leer novelas históricas siempre me ha gustado; bueno, y también leer novelas a secas. Pero las novelas históricas me han motivado siempre a buscar la historia o los personajes en otras fuentes, para profundizar en ellos. Por supuesto que actualmente la primera fuente de información es Wikipedia… Pero también existen muchas otras fuentes que de alguna manera son más de fiar que lo está en Wikipedia. Leyendo en un lado y en otro me he hecho una idea acerca de algunas de las cosas que salen en las novelas históricas de Posteguillo.
Hoy quiero comentar algo de Apolodoro de Damasco. En todas las referencias que he encontrado de él, viene unido al nombre de Trajano. En el primer libro acerca de Trajano, Posteguillo pone a Apolodoro como el Arquitecto que amplió el Anfiteatro Flavio: incluyó los pasajes inferiores del Coliseo y le amplió su capacidad por orden del Emperador Domiciano (último de la dinastía Flavia, precedido por su padre Vespaciano y por su hermano Tito).
En el libro que actualmente estoy leyendo, Trajano manda a llamar a Apolodoro y le da un encargo, diciéndole que le habían contado que si se necesitaba un trabajo de construcción que «fuera imposible» Apolodoro lo podría hacer. Así que no le quedó más remedio a Apolodoro que aceptar el encargo del Emperador: construir un puente permanente sobre el Danubio.
El Danubio. La primera vez que oí hablar del Danubio quizá fue cuando escuché un vals de uno de los Strauss que se llamá el Danubio Azul. Desde esa ocasión he escuchado este vals decenas de veces, especialmente en la versión de André Rieu, ya que en todos sus conciertos lo interpreta él con su orquesta.
Pero el Danubio al que se enfretaba Apolodoro era el Danubio real, no dijéramos de carne y hueso, sino de agua, lodo, caudal, frío. Un río bastante ancho en muchos lados, o bien, muy profundo en los lugares en que era angosto. Así que Apolodoro empezó a buscar el mejor lugar. Al final encontró uno, en el que no parecía tan complicado de construirse el puente.
En mi ignorancia y la verdad, para «pelearme» con un buen amigo, siempre había sostenido que los romanos no habían desarrollado matemática, precisamente por su complicado sistema de numeración. Pero cuando uno ve las construcciones de los romanos, uno se plantea si esta afirmación es correcta. Más bien, pienso que es bastante errónea. Quizá no desarrollaron una matemática «teórica», pero una práctica sí que lo hicieron.
Así que los cálculos de Apolodoro le llevaron a diseñar un puente de 1,135 metros de largo, sobre el cauce del Danubio que en ese lugar tiene 800 metros de ancho. El puente de Apolodoro tenía unos 15 metros de ancho y 19 de alto. Con las técnicas de construcción de inicios del siglo II, Apolodoro calculó que necesitaría 40 ó más columnas de piedra, para luego hacer los arcos también de piedra. Eso le implicaba 10 años de trabajo con unos 20,000 trabajadores.
Y Trajano le dijo: ni hablar; debe hacerse en menos tiempo (la frase no es literal de Trajano, sino literal mía). Así que Apolodoro se pasó días estudiando la solución, hasta que la encontró: en lugar de hacer los arcos de piedra, demasiado pesados, iba a hacer arcos de madera, que fueran más livianos, pero que durarían cientos de años. De hecho, el puente estuvo utilizable unos 1000 años; y durante 1000 años no hubo un puente más grande en el mundo.
Al final terminó haciendo «sólo» 20 arcos de madera, apoyados en columnas de mampostería. Cada arco tenía más de 50 metros de largo, y las columnas eran «pequeñas» pues tenían 20 metros de lado y los más altos (por profundos) llegaron a tener 45 metros de alto. Apolodoro utilizó ataguías para construir los pilares. Para sacar el agua de dentro de las ataguías tuvo que construir los famosos tornillos de Arquímedes; tuvo que inventar poleas y torretas para poner las piedras, el cemento y ladrillos.
Todo parece indicar que no desviaron el río para construirlo. Y lo más impresionante, fue que tardaron un poco más de 2 años en hacerlo. Y duró 1000 años!!!, hasta que los mismos romanos lo derribaron.
Apolodoro también hizo otras construcciones en la Roma de Trajano: las termas de Trajano fueron de él. Y algunas otras construcciones.
Pero se le subió mucho a la cabeza, y cuando Adriano era quien reinaba, le criticó algunas decisiones arquitectónicas. Adriano no se anduvo con contemplaciones, y mandó a ejecutar al gran Apolodoro damasceno.
Nos vemos pronto.