Hoy, viernes 5 de julio de 2013 ha habido, como sucede siempre, muchas noticias. Algunos periodistas siguen analizando el incidente provocado por tres países europeos que prohibieron el paso por su territorio aéreo del Presidente de Bolivia; otras noticias están relacionadas con el golpe de Estado en Egipto; algunas deportivas nos cuentan a los dos mejores tenistas del momento, que se verán las caras en la final de Wimbledon el próximo domingo; y luego muchas más noticias: unas tristes, otras alegres…
Por la mañana, habiéndome despertado antes de que fuera la hora para levantarme, me dispuse a la rutina para cuando me pasa esto… revisar si hay algún correo o algún mensajito. Y efectivamente, tenía en mi celular varios correos electrónicos. Uno de ellos hizo que me levantara inmediatamente. Era un servicio de noticias que indicaba que el Papa Francisco había publicado su Primer Encíclica, cuyo tema es la fe: lumen fidei, se titula en latín: la luz de la fe, es la traducción al castellano. Pronto me dispuse a bajar dicho documento para empezar a leerlo después de acicalarme.
Pero al llegar al lugar donde estaba el documento del Papa Francisco, me encontré con una sorpresa inesperada. No inesperada porque no supiera que iba a pasar; desde hacía unos días se hablaba de ella en los periódicos. Sorpresa, porque no la esperaba hoy. Y la noticia era que el Papa Francisco había aprobado el milagro necesario para canonizar a Juan Pablo II y también había autorizado la conveniencia de la canonización de Juan XXIII. Junto con estos dos grandes Papas, también venía la noticia de la autorización del primer milagro atribuido a la intercesión de Álvaro del Portillo, obispo, primer Prelado del Opus Dei, fallecido santamente en 1994.
Al gran Papa bueno, Juan XXIII no tuve ocasión de conocerlo. Falleció unos 3 años antes de que yo viniera al mundo. En cambio a Juan Pablo II y a Mons Del Portillo, sí tuve ocasión de conocerlos. A ambos los conocí en Roma en 1979, cuando contaba con 14 años de edad, y era un cipotío (chirís, güiro, chamaco, chavito, patojo, pibe, etc.). Recibí una invitación para asistir al congreso Univ en Roma (con un breve viaje previo por algunos países de Europa). Aunque no era universitario, en esos años íbamos muchos colados…
A Don Álvaro, el «papá» en el Opus Dei le llamábamos «Padre»; y le conocí personalmente el miércoles santo de ese año, durante una tertulia que tuvimos en Roma. Éramos unos cuantos cientos (quizá casi mil) los que estábamos allí. No recuerdo mucho -mejor dicho, nada- de lo que nos dijo, pero sí le recuerdo con mucho cariño, una voz cálida. En un momento, se interrumpió, y volvió a ver cerca de donde estábamos algunos centroamericanos. Cabe decir que, por ser llegados de tan lejos, nos habían conseguido un lugar cercano al estrado donde el Padre nos hablaba. Y allí estábamos varios pequeños: un salvadoreño a quien le decíamos Fantito, un argentino que vivía en El Salvador -Ronald-, varios guatemaltecos como Rony, Alfonset, David o Sergio… y por supuesto que estaba yo. No sé a quien veía el Padre en ese momento, pero yo sentí que me veía a mí… y con mucho cariño comentó: «oye, pero tú te has colado»…. era obvio que no era universitario; es más, parecía que estaba en secundaria (era muy chaparrito)…. Las carcajadas de todos (incluyéndome) habrá ayudado a distendir el ambiente. Eso es prácticamente lo único que recuerdo de esa tertulia. Años después he podido enterarme de algunas cosas que allí pasaron, y de lo que don Álvaro comentó. También me enteré (muchos años después) que en esa misma tertulia estaba, llegado desde Génova un tico-guatemalteco, Mario, de quien ahora presumo su amistad y cariño.
El día anterior al descrito en el párrafo previo, conocí a Juan Pablo II. Era abril de 1979, es decir, unos 6 meses después de su elección a la Sede de Pedro. Era el papa en su máxima plenitud de fuerzas, joven, vigoroso, con la voz profunda. Fue su primera Semana Santa como Papa, y nos concedió una audiencia a los participantes del Univ; en esa ocasión fue en el Aula Pablo VI (o Aula Nervi)…. Estas audiencias, con el tiempo, fueron cambiando de lugar y de actividades… pero de eso, quizá algún día lo escriba. Por de pronto me lanzo con mis recuerdos de niño de 14 años. Pues teníamos el aula casi a rebosar. El Papa decidió salir por detrás del aula, y pasar por el pasillo de en medio; obvio que desató la locura: miles de universitarias y universitarios gritando por el Papa y tratando de saludarlo. Después de unos 15 ó 20 minutos llegó al estrado y dio un discurso en italiano. Si ahora mi italiano se reduce a algunos términos del «calcio», hace 34 años mi italiano se reducía a nada, por lo que entendí nada de ese discurso. Lo que sí fue que cuando todos aplaudían, yo aplaudía a rabiar; y cuando todos se pusieron de pie por una cosa que el Papa dijo, yo me puse de pie y aplaudí hasta que me dolieron las manos.
Años después, para conmemorar los 25 años de estas audiencias, hicieron un video sobre las mismas. La primera audiencia (a la que tuve el honor de asistir) ocupaba un lugar destacado. Y allí me enteré de lo cosas que el Papa dijo. Los aplausos que interrumpían al Papa vinieron en varios momentos. Uno de ellos cuando el Papa mencionó la confesión sacramental; al oír los aplausos el Papa levantó la cabeza un poco extrañado, y luego asintió. Quizá no está de más decir que por aquellos años, el desprecio a este sacramento estaba en máximos históricos, así que al Gran Juan Pablo se le iluminó la cara cuando los miles que estábamos allí le dijimos que sí nos gustaba el Sacramento y que lo recibíamos con alguna frecuencia. Pero el Papa se descontroló -por decirlo de alguna manera- cuando, casi finalizando su discurso dijo algo así: «acudo a María Santísima, Asiento de la Sabiduría…» y hasta allí llegó. Los aplausos no bastaron y nos pusimos de pie… Para Honrarla no había, en ese momento, otra manera. Y el cariño del Papa por la Virgen le hizo hacer un gesto como de gran sorpresa, viendo a aquellos jóvenes que querían a nuestra madre como la han querido y honrado tantos millones de personas en los 20 siglos que han transcurrido desde que dijo «me llamarán bienaventurada». Juan Pablo II hasta dijo unas palabras de asombro al ver nuestra reacción. La emoción fue indescriptible, tanto que ahora que describo esto, me embarga nuevamente la emoción de ese momento.
Según me contaron, para esa audiencia no se había previsto filmar nada. No había experiencia. Pero sí había cámaras de video de seguridad que se grababan en cintas, que semanas después, volvían a usarse nuevamente, grabando encima de lo que ya estaba allí. Pues gracias a Dios a uno de los de seguridad se le ocurrió que esas cintas debían de guardarse, y se las entregaron a los dirigentes del Univ para que las guardaran. Les dijeron algo así: «Esto es un tesoro. Nunca lo hemos visto. Guárdenlo». Gracias a eso he podido verlo, y escuchar nuevamente a Juan Pablo el Grande lo que nos dijo ese 10 de abril, y entenderlo -tenía letreritos en castellano-.
Hoy, el Papa Francisco ha juntado a estos dos personajes, que tuve la dicha de conocer con un día de diferencia en abril de 1979. A Su Santidad Juan Pablo II tuve la ocasión de verlo varias veces más: en 1983, 1996 y 2002 en Guatemala, en 1992 y 2002 en Roma y en 1999 en México. A Don Álvaro le vi en menos ocasiones, en 1983 en Guatemala y en 1992 en Roma; pero tuve la suerte de poder besar su mano en una de esas ocasiones. Pues hoy se ha aprobado el milagro por el cual el Beato Juan Pablo II será proclamado Santo. Y otro milagro por el cual el Venerable Álvaro del Portillo será declarado Beato.
Juan Pablo tuvo la gentileza y el cariño de ir a rezar ante los restos mortales de Don Álvaro en 1994. Seguro Don Álvaro fue uno de los que lo recibieron en el cielo en aquel 2 de abril de 2005, cuando todos rezábamos por la salud de este Papa, y a las 9:37 el Señor lo llamó a Sí. Ahora están los dos juntos en el Cielo, y por graciosa coincidencia, hasta han estado juntos entre los papeles del Vicario de Cristo en la tierra.
Nos vemos a la próxima.
PS1: Por cierto, la foto de arriba es del 6 de enero de 1991, cuando el Papa Juan Pablo ordenó de Obispo a Don Álvaro.
PS2: de aquellos compañeros del Univ, hay varios a los que veo con alguna frecuencia como a Darwin, Don Paco, o Don Francis. Otros a los que me veo en Facebook como Juan José (Fantito), Ronald (quien no se acuerda de mi) o Chico…. a otros sólo les sigo la pista de vez en cuando. Incluso, recientemente conocí al hijo de uno de ellos.