«En silencio la rosa habla de ti», este breve verso de José Emilio Pacheco se me vino a la memoria cuando en la madrugada de hoy, me acerqué íngrimo (solitario, para los que no conocen el vocablo) a los pies de Santa María de Guadalupe en su Basílica de la Ciudad de México.
Visitas 1970-1996-2024
He tenido la “suerte” providencial de acudir con mucha frecuencia a esta Basílica desde el lejano 1996 cuando tuve oportunidad de conocer la nueva basílica.
Siendo un infante de cinco años me habrían llevado mis papás a la antigua basílica cuando visitamos -desde El Salvador- México D.F. en 1970, a los pocos meses de que Brasil ganara definitivamente la Copa Jules Rimet. De esa visita no tengo recuerdos.
Sí recuerdo mi primera visita en 1996 (26 años sin ir a México, desde 1970; y ahora 26 años viajando “groseramente” a México cada año. Si no salieron las cuentas es que dos años viví en México).
Esa visita de 1996 fue aprovechando la primera invitación que nos hacía el IPADE a la escuela de negocios de Guatemala para asistir a una reunión de profesores (un Claustro Académico); y fue cuando conocí la Ciudad (el DF en ese entonces) y la Villa. Iba acompañando a Luis Alberto, entonces director de Tayasal Escuela de Negocios.
Posteriormente he visitado la Basílica en muchas y diversas circunstancias. Algunas de ellas abarrotadas de gente; otras lloviendo; en ocasiones con un buen calor; muchas veces con un frío que se cuela hasta los tuétanos, pues las puertas son paredes que se abren. Otras con pocas personas. Eso sí, siempre hay gente, incluso en lo más temprano de la mañana.
Una cita especial fue para acompañar al padre Miguel Ángel Ruiz el día que cumplía 50 años de ordenado sacerdote. En esa ocasión tuve además la oportunidad de ayudarle a la santa misa, siendo la única vez que lo he hecho en la Villa.
Misa de 10:30 am
En alguna época hacía viajes a la Ciudad de México por el día. Salía temprano de Guatemala para México y regresaba por la noche a Guatemala. Cuando hacía estas locuras (ahora me parece locura), siempre pasaba a misa de 10:30 am a la Capilla de San José.
No sé si conocés ese lugar, pero es la capilla más asimétrica que te podás imaginar. Aprovecha un espacio detrás del paso para pasar viendo la tilma de San Juan Diego donde está “impresa” la imagen de Nuestra Señora.
De esas idas tengo varias anécdotas simpáticas. Cuento dos.
«Coyotito» homelíetico
La primera es que debido a la desmañada que me daba para tomar el avión de la recién resucitada Mexicana de Aviación, la homilía tenía un efecto adormecedor y a los dos o tres minutos ya estaba cabeceando y me terminaba echando un «coyotito«. Llegó el momento que hacíamos competencia con Cutberto (mi chofer-escudero desde hace muchos años) para ver quién se dormía más rápidamente. Conste que era sin querer… sencillamente el cansancio podía más.
Padrecito Narcisista
La segunda anécdota fue de un padrecito que nos celebró una vez esa misa. Empezó de forma manierista la misa con una gran voz y muy gesticulante.
Llegó el momento de la Homilía. No hubo sueño en esa ocasión porque la homilía fue incendiaria en contra de los ricos como explotadores del pueblo. Siendo los años 10’s de este siglo XXI sonaba a algo bastante rancio. Y tuve a bien comentarle a Cut que el padre era un “poquito” comunista. Asintió ante mi comentario.
Pocos días despues bajándonos del carro (coche) me dice Cut: «a ver si no nos toca el padrecito ‘narcisista‘”.
Me desconcertó tanto que le pregunté “¿qué qué?”
«Sí el padre narcisista que predicó contra los ricos la vez pasada».
Ahora mi reacción fue una carcajada. Menos mal no habíamos entrado a la Villa.
Le tuve que aclarar que no le había dicho narcisista sino comunista. Pero bueno.
Y pues dio la casualidad de que nos volvió a tocar el padrecito de marras.
La homilía empezó nuevamente con un ataque directo a los ricos y a las empresas privadas. Al rato cambió a meterse con los pobres y su poca ilusión de trabajar. Luego siguió contra el Gobierno y contra el mundo entero. No quedó títere con cabeza.
Así que Cut tenía razón: que el padrecito no era comunista sino narcisista.
Hay de todo en la viña del Señor.
Otra digresión. Piero Marini.
Mientras voy escribiendo en el avión, recordé la última visita a la Basílica, de Juan Pablo Magno en 2002 (Por cierto, hay en el atrio de la Villa una estatua enorme de este Santo). No estuve allí, pero lo vi en TV. Esa visita fue un día después de la canonización del único santo que tenemos en Guatemala, el Santo Hermano Pedro San José Betancurt, cuya fiesta se celebra pronto, el 24 de abril.
Está última visita de San Juan Pablo II fue en julio de ese año 2002 para canonizar a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Pongo aquí su apellido, aunque nunca he logrado pronunciarlo…
Unos meses antes, quizá dos, había hecho uno de esos viajes GUA-MEX-GUA por el día con Mexicana. El vuelo nocturno de regreso a GUA venía lleno y no había obtenido el tan deseado ascenso; así que iba a mitad del avión. Llovía y hacía un poco de calor a lo que se añadía el calor humano de los casi 150 pasajeros.
Por las características climáticas del día el avión iba a despegar desde el lago de Texcoco para pasar sobre la ciudad que es la pista que se usa menos frecuentemente en el AICM.
De noche. Con lluvia. El avión lleno. Y arranca. Aceleración a la mitad y luego aceleración al tope. Ordinariamente los aviones en CDMX tardan unos 45 segundos en despegar (en Guatemala son como 35 segundos) desde que inician. (Como hay quienes preguntan por las fuentes de esta información, les comento que es investigación propia).
Pues llevábamos unos 20 o 25 segundos de carrera cuando abortamos el despegue.
Ha sido la única vez que me ha tocado esa experiencia. Ya casi cuando estabas a punto de levantar el cuerpo para ayudar al avión a levantarse en el aire, sentís que toda la aceleración se vuelve desaceleración. El cuerpo en lugar irse para atrás sale disparado hacia adelante. El avión corcoveó y de los suspiros del susto se pasó a los gritos.
Pronto la tripulación nos dijo que el capitán tenía controlada la aeronave. Y luego se oye al capitán para decirnos que le había salido una lucecita en el tablero y que eso provocó el aborto del despegue.
Nos bajamos todos sin problema. Y nos fuimos a una sala de espera en lo que nos conseguían un nuevo avión para irnos a Guatemala.
En esa sala de espera coincidí con una persona que solo había visto de lejos en la TV y una que otra vez en vivo, pero siempre desde lejos. Era Piero Marini, Monseñor Marini, maestro de ceremonias pontificias de San Juan Pablo II muchos años (y unos años de Benedicto XVI).
Cuando me he topado con personalidades en los aviones}, procuro no darles lata. Pero aquí no me pude aguantar porque a él no lo conocía casi nadie entre nuestros compañeros de viaje y de infortunio, que, gracias a Dios, sólo fue un retraso de dos horas y media. Acompañaba a Mons Marini otro «monseñorino», este francés, que le ayudaba en su oficina.
Habían estado en la Villa viendo la instalación de una rampa que iba a usar JPII -ya muy impedido por el Párkinson- para subirlo al presbiterio de la Basílica. Bueno, en general, habían ido a ver muchas cosas para que el viaje saliera adecuadamente.
Platicamos muy agradablemente todo el tiempo de nueva espera que tuvimos. Muy agradable y simpático. Y con un español perfecto. Recuerdo que me contó que nunca había estudiado un libro de gramática española.
Monseñor Marini iba a Guatemala a supervisar lo que se había preparado para la canonización del Hermano Pedro. Que dicho sea de paso fue apoteósico.
Regreso a la idea central
Pero como siempre me ocurre, he divagado. Un recuerdo llama a otro y así me distraigo.
Regreso a ese “en silencio la rosa habla de ti”. Quizá pensaba que la rosa me hablaba a mí cuando íngrimo hoy en la mañana le pedía por tanta gente.
Pasé unos cinco minutos sin nadie a mi lado. Las bandas móviles estaban apagadas, así que me planté frente al cuadro milagroso del tilma, y en silencio le hablé a la Rosa.
Viendo hacia arriba la maravillosa tilma donde está la morenita pedía por los vivos y difuntos. Daba gracias. Pedía perdón. Recordaba a mis alumnos pasados y presentes al tiempo que pedía por los futuros. Tuve momentos especiales. Por don Alberto (QEPD) quien acaba de fallecer, padre de mi compadre. Pedí por mis difuntos padres y por la salud y felicidad de mis hermanos y hermanas que siempre están allí en primer lugar junto con mis cuñadas y cuñados, así como sobrinos y sobrinos nietos. Recé especialmente por las y los Guadalupes. No olvidé a los amigos, a los colegas. Y muchas más intenciones.
Y como dijo una vez san Josemaría después de rezar frente a la morenita, “se siente que nos oye”. Esa rosa, se siente que nos habla y que nos escucha.
Las rosas siempre están cerca de la Virgen de Guadalupe. Se cuenta que en su tilma Juan Diego llevaba unas rosas que habían salido en el frío diciembre.
También a Nuestra Señora, en las letanías lauretanas se le llama Rosa Mística.
En silencio la Rosa habla de ti; en silencio la Rosa te habla a ti; en silencio le hablas a la Rosa. Espero me disculpe el poeta por cambiarle un poco su verso.
PS1. La foto que acompaña este post la tomé hoy por la mañana, 23 de abril de 2024, día de San Jorge. Felicidades a todos los Jorges.
PS2. Sé que un martes no es el mejor día para publicar un post, pero quería publicar lo que escribí en el avión de Mex-Gua.
PS3. Hay una distinción entre tilma y ayate… parece que la imagen de la Virgen de Guadalupe está en una tilma.
PS4. Perdón por tanta digresión.