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Una persona vitamina llamada Marian

Hace ya más de dos meses, volvió a aparecer Marian Rojas en una actividad del Claustro Anual de Profesores del IPADE. En este 2020 ha debido ser de manera remota. La verdad es que se agradece esta facilidad; al mismo tiempo, para quienes somos un poco más inquietos, la facilidad del Zoom se convierte en una fuerte tentación para la distracción.

Pues ese día, 6 de agosto cuando Marian nos dio una conferencia a la distracción habitual que tengo en el Zoom, se añadió la distracción del casi inmediato desenlace de la vida llena de fecundidad de Enrique. De hecho, falleció unos pocos minutos después que Marian terminara de dar su conferencia.

Adjunto aquí el Link sobre Enrique:

Así pues, mi atención ese 6 de agosto a lo que Marian decía fue bastante deplorable. Cuando sentí, estaba hablando un montón de cosas bien interesantes y yo sin haber entendido lo anterior. A partir de ese instante le presté absoluta atención. Pronto me di cuenta de que lo que iba diciendo eran como monedas de oro que me serían muy útiles a mí y a otras personas. Así que empecé a apuntar todo lo que pude. Pero me quedé corto.

Gracias al Zoom y a la tecnología, en el IPADE editaron el video y lo pusieron en una plataforma interna, con un gran letrero que decía que era para uso en exclusiva del IPADE, pues la conferencia estaba incluida dentro del Claustro anual. Así que, aprovechando esta ventaja, pude volver a ver despacio la conferencia; fui tomando nota de las cosas que iba diciendo, y tratando de hacer un esquema mental sobre la estructura de su conferencia. Luego tuve oportunidad de ver nuevamente la conferencia. Así que después de no poner mucha atención la primera vez, logré concentrarme a fondo en las posteriores ocasiones; pude tomar anotaciones sobre las que tendré que reflexionar bastante.

En esta conferencia Marian habló de las Personas Vitaminas. No dio una definición, pero a mí se me ocurre que son aquellas personas que, con su conversación, compañía, forma de ser, etc., nos levantan el ánimo, nos hacen ver las situaciones más optimistamente… nos da vitaminas para el espíritu.

Nos impulsan para seguir adelante.

Cuando estábamos detenidos nos mueven a continuar hacia adelante.

Cuando veíamos todo negro, nos encienden una luz que empieza a aclarar el panorama.

Aquella persona que, cuando tenemos un problema, es capaz de escucharnos, y darnos muestras de apoyo y uno que otro consejo atinado.

Una persona que nos anima a rectificar el rumbo cuando estamos desviándonos del camino que nosotros mismos nos habíamos propuesto.

Son también personas vitaminas aquellas que con su sonrisa alejan de nosotros la melancolía.

Esas personas que nos abren horizontes, nuevos mediterráneos, para nuestra vida personal, para nuestra vida personal.

Personas Tóxicas

Marian contrastaba este tipo de personas con las personas tóxicas, de las que hay que huir como del demonio.

Especialmente en esta época que nos ha tocado vivir -en estos meses de cuarentena- es necesario que todos tratemos de ser personas vitaminas para los demás. Alegría, optimismo, visión positiva, son perfectamente compatibles con entender las dificultades y problemas que hay en la vida.

También sugería evitar ver demasiadas noticias. Éstas, tienden a ser casi siempre negativas. Querer estar enterado de todo, y querer soportar sobre mis hombros los problemas de todo el mundo, me puede llevar a romper.

No quiero decir que uno debe buscar sólo su propio “bien-estar”, sino de vivir pendiente de los demás lo necesario, lo que me corresponde. Si mi carga es muy fuerte, tendré que compartirla con alguien.

La cosa es que, en estos meses de incertidumbre, hay que saber abrir horizontes, descubrir nuevas formas de aprovechar las circunstancias. Encontrar lo positivo a cualquier circunstancia.

A mí me pasó con la conferencia de Marian que salí viendo más positivamente las cosas, más contento. Fue una buena vitamina.

Ver las imágenes de origen

Contaba una anécdota, que me encantó, y que trato de reproducir aquí.

Llegó un día a su clínica y se dio cuenta que había olvidado su agenda en su casa. Llamó a un servicio de esos que te transportan comida o recados por moto. Así que a los pocos minutos llegó un joven con la agenda a su clínica.

El tipo -encascado- le entregó la agenda; Marian, luego de agradecerle, cerró la puerta, y se quedó allí mismo viendo su agenda; al otro lado de la puerta oyó una llamada por teléfono y una queja con sollozos.

Rápidamente la joven psiquiatra abrió la puerta, y vio al motorista llorando. “¿Qué te pasa?” le preguntó inmediatamente. “Tengo un problema irresoluble” le contestó. Marian, con esa chispa que tiene, le dice “pues yo soy especialista en resolver los problemas imposibles de resolver; pasa adelante”.

Así, aquel muchacho, centroamericano se desahogó con Marian: había estado ahorrando dinero para mandárselo a su mamá para que se operara de un cáncer en un hospital privado en su país de origen; el dinero lo envió por una empresa, que desapareció el dinero y también se auto-desapareció ella misma. Así que el pobre hombre, llorando a moco tendido, decía “se morirá mi mamá”.

No sé cómo terminó la salud de la mamá del personaje este; aunque creo que terminó bien.

Lo que sí supe fue que Marian le dijo: “tienes que cambiar de actitud. Por ejemplo, me viniste a dejar mi agenda y no te quitaste el casco. Yo te sugiero que pongas ilusión y cariño en tu trabajo y verás que te irá mejor”. La cuestión fue que este buen hombre les hizo caso a esas sugerencias. Al poco tiempo descubrió que Marian había escrito un libro; ni lento ni perezoso, este hombre lo compró, lo leyó… y quedó más contento todavía.

Algunos días después, este mismo joven, fue a llevar una comida a una casa ubicada en una zona con residencias de lujo. Allí, siguiendo los consejos de Marian, este hombre se quitó el casco, y muy amablemente se dirigió a la persona que había solicitado la comida; este hombre, de unos sesenta y pocos años estaba en la puerta de la casa. Nuestro personaje le dice: “buenas tarde don Antonio; le traigo la comida que solicitó; me dijeron en el restaurante que puede comérsela de una vez, ahora que todavía está caliente, pues allí dicen que la comida recalentada no sabe igual que la recién cocinada”. Le agradó tanto a Don Antonio esta actitud que le preguntó: “¿Tú tienes todos tus papeles en orden?”; “sí, claro”; “pues mira, mañana se jubila mi chófer y me gustaría que tú aplicaras para ese puesto; yo necesito alguien de confianza y con iniciativa”.

La anécdota hasta tiene algo de kafkiano. Pues este personaje llamó desde allí a Marian. Quien cuenta que llegó su asistente y le dijo “te llama ese chico de la moto; que dice que es urgente”. El joven de la moto le preguntó a Marian que si sería conveniente aceptar ese puesto. Marian le dice “espero que no estés llamando desde la casa de tu nuevo patrono, ¡porque nadie llama a su psiquiatra cuando le ofrecen un trabajo!”.

Quizá de las pocas cosas malas que tiene el Zoom es que no se oyeron las carcajadas cuando Marian llegó a esta parte de la anécdota. Yo sí estaba carcajeándome.

Por supuesto que Marian le recomendó aceptar el puesto.

La siguiente vez que se vieron Marian y el joven centroamericano, éste ya iba vestido como todo un chofer de un personaje. Lo que más llamaba la atención en este joven era la sonrisa que tenía.

Tengo varias páginas con las anotaciones de esa conferencia. Quizá puedan salir algunos otros posts al respecto. Por de pronto dejo aquí este.

Antes de escribir este post, le di una repasada a mi blog (en su nueva versión de la que estoy muy contento), para ver si tenía algo ya escrito sobre Marian.

Descubrí que había escrito sobre ella dos posts en 2013, ¡hace siete años!

Los releí y retoqué un poco. Le puse la foto para que saliera adecuadamente.

Aquí dejo las direcciones por si quieren darles una repasada.

El primero está mucho mejor que el segundo: eso sin duda. Aunque espero que este esté mejor que esos dos anteriores.

Muchas gracias por su paciencia en leer esto.