Una vez oí una anécdota que sucedió hace bastantes años. Una familia en un país de Europa invitó a cenar en su casa a un banquero muy famoso, de apellido Rothschild. Como quizá sepa la mayoría de los lectores, este apellido es de abolengo en los ámbitos financieros y especialmente bancarios. Una familia de origen judío – alemán, que ha sido una verdadera dinastía y han tenido gran influencia en diversos negocios. Bueno, la cosa es que en la cena estaban el matrimonio anfitrión, obvio, el invitado, y los dos hijos mayores de los anfitriones. Uno de estos chicos jóvenes estaba estudiando filosofía y pues tenía una veta intelectual muy lógica. En los entresijos de la conversación este joven le preguntó al banquero Rothschild qué profesión había estudiado; la respuesta que esperaba este joven era tan obvia, que por poco no le hace la pregunta; el joven pensaba que el banquero habría estudiado Economía o Finanzas o algo similar.
La respuesta fue desconcertante para nuestro joven filósofo. Aquel gran hombre de las finanzas le dijo que había «estudiado filología clásica en Oxford». Pienso que la cara de desconcierto del joven filósofo fue tan evidente que Mr. Rothschild acotó «para saber economía basta estudiar el Samuelson». (Samuelson es un clásico libro de Economía).
Creo que una decisión difícil a la que nos hemos enfrentado muchos es escoger una carrera profesional. Para algunos ha sido quizá un poco más fácil, como aquel que siempre de niño quiso ser médico o abogado. Que son campos del saber que para ejercerlas tienes que obtener el título correspondiente.
Pero en mi experiencia personal, y en la de otras personas que he conocido, escoger carrera ha sido una «tortura china». Recuerdo hace años que había un recién «bachillerado» que tenía duda si estudiar «ingeniería, derecho o medicina».
De cualquier manera la trayectoria profesional no la marca necesariamente la carrera universitaria. Con frecuencia un cambio de trayectoria profesional proviene de una buena Maestría. Lo importante es que la persona esté formada: que en la carrera que haya estudiado le hayan ayudado a «exprimirse el cerebro», a pensar, a estrujar las neuronas.
Recuerdo que un buen amigo -fallecido recientemente- se hacía esta pregunta retórica: «¿Qué carrera debe estudiar mi hijo para sucederme en el negocio?» Y se contestaba él mismo: «la que sea, siempre que se forme en el riesgo; hasta puede estudiar para torero, ya que ellos sí que corren riesgos». Por eso Mr. Rothschild había estudiado filología griega. Nada que ver con lo que sería su carrera profesional en el mundo de los negocios financieros.
(Espero que se entienda que no todas las personas tienen la posibilidad de hacer lo que menciono arriba; ya sea porque es una carrera profesional muy concreta que necesita los estudios específicos; o bien, que no tiene la capacidad de emplearse con una carrera no adecuada para el puesto que busca).
Oí también recientemente lo que el personaje hablaba como el «Síndrome del gato». Antes de ponerlo por aquí, le di una googoleada y me salió que existe una enfermedad que se llama así. Precisamente no es que quiera referirme a esta enfermedad, sino más bien a la anécdota que contaba este personaje.
Decía que los perros cuando son cuidados por sus «amos», y alimentados y queridos por ellos, «piensan» este amo es un dios. En cambio cuando con un gato se hace lo mismo, éste «piensa» «yo soy un dios».
No sé si será así exactamente, y espero que los amantes de los gatos no se molesten. Pero lo importante es la aplicación a nuestras circunstancias concretas.
Creo que muchas veces actuamos con el síndrome del gato, por el que pensamos que somos lo máximo, el centro del «mundo mundial» y más que eso, el centro del universo. Cualquier persona sensata se da cuenta de que no somos el centro de nada. Pero la soberbia va tras eso y nos planteamos que todo debe girar a mi alrededor.
En cambio, sería muy bueno pensar que todos los que están a nuestro lado sean los dioses. En plan de servir, de ayudar, de apoyar, de enseñar y de aprender.
Me parece que la felicidad viene de esto último y no de lo primero (pensar sólo en mí).
Ojalá que en estos días donde el Verdadero Dios y Verdadero Hombre se entregó hasta la muerte por nosotros nos ilumine para que seamos cada día más entregados a los demás y estemos menos pendientes de nosotros mismos.