Los Filtros de Fernanda

El tema de los filtros ha tenido más comentarios que los habituales.

De hecho, Jorge me envió algunas fotos tomadas por él, sin filtro, de unos bellos paisajes de Lucerna.

Con su beneplácito los he incluido en este post: muchas gracias Jorge.

También recibí retroalimentación de Fernanda, madre de dos preciosas niñas.

Fer

Fernanda terminó el Máster ejecutivo en el IPADE a punto de dar a luz a su segunda hija.

Como dato anecdótico e interesante, su esposo también fue alumno mío en el mismo programa unos años antes.

Ahora bien, resulta que Fernanda está en mi listado personal y exclusivo de mis Récord Guinnes: su papá, Pedro, fue alumno mío en la misma maestría.

Así que Fernanda es la primera máster ejecutiva hija de un máster ejecutivo a quien les di clase a ambos.

Fue traumático -y sigue siéndolo- cuando en un receso Fernanda me dijo: «¿conoces a Pedro (aquí me dijo su apellido)?»

Le contesté, “claro que sí. Es el tipo que yo conozco que sabe más de Excel”.

“Es mi papá” fue su respuesta.

Allí caí en la cuenta que ya me pesaban los años dando clases en el IPADE.

Aprovecho para anunciar que este año, en agosto de 2022, ajustaré 25 años de haber llegado al IPADE… ya son muchos años, gracias a Dios.

Pero bueno, siguiendo con Fernanda, al poco tiempo de este suceso, tuvieron la gentileza de invitarme a cenar a la casa de sus papás, donde pude volver a ver a Pedro y conocer a Luzma, su magnífica esposa.

También pude volver a toparme con Víctor,  esposo de Fer. 

No pude conocer a Pía, quien se había quedado ya dormida en su casa… Pía es la primogénita de Fer y Víctor.

Sobra decir que la velada fue maravillosa, con exquisitas viandas y más exquisita conversación, en una familia muy culta e ilustrada.

Hasta aquí mi introducción a Fer.

Filtros de salida

La cosa es que recibí el mensaje de Fer diciéndome “jajajaja, me gustó el post”.

La risa, presagiaba que pronto vendría una explicación del porqué de la misma.

Y efectivamente un minuto después me ponía “te faltó poner de los filtros que usamos, en la convivencia diaria… para no lastimar, ofender y todo una lista de cosas que pueden pasar cuando dices lo que piensas”.

Efectivamente, se ve que Fer leyó el post con la visión de ese esfuerzo por cuidar las reacciones que puedan tener las personas.

Podríamos decir que filtró el post en función de este tema.

Por aquello del «prejuicio profesional», mi respuesta fue inmediata.

Digo “prejuicio profesional”, porque siendo profesor que usa el método del caso, estás acostumbrado a pensar y responder rápidamente…

Perdón por otra derivación, pero escribiendo esto me acordé de aquel amigo, ya finado, que en las sobremesas decía: “¿querés la respuesta rápida o la correcta?”

Regreso a mi respuesta… pensando a toda velocidad, le puse: “Sí. Aunque esos son filtros de salida. Hablaba de filtros de entrada”.

Y le añadí, inmediatamente “pero me has dado una buena idea a explorar”, que resultó ser este tercer post sobre los filtros.

Efectivamente esa visión de Fer introducía una nueva visión de los filtros, en esta ocasión, de salida.

Como ya han pasado varios días desde los dos post anteriores, he tenido oportunidad de darle más vueltas a este tema.

Sentido común o prudencia

Se me ocurría que podríamos reflexionar sobre la realidad de que no manifestamos totalmente al exterior lo que pensamos o sentimos ante una situación.

Ese filtro, que en los niños no está presente sino hasta después de que van descubriendo las “reglas de la convivencia”.

Aunque en el lenguaje popular esto se podría llamar “sentido común”, pienso que es más adecuado llamarlo “prudencia” o una parte de la prudencia, la que regula las relaciones con las personas.

Cuando pensaba esto, me recordaba de aquellas caricaturas que se llamaban el doctor Merengue.

Una de las caricaturas del Doctor Merengue

Donde siempre había una actitud recatada de parte del personaje, pero salía su «pensamiento/sentimiento» contrario a su actitud exterior.

Aunque muchas de estas caricaturas podrían ser consideradas un poco chabacanas, fue lo primero que se me vino a la cabeza de los filtros de salida que me decía Fer.

Aunque el Doctor Merengue de alguna manera siempre trataba de aparentar y su interior iba por otro lado.

No sé si será correcto decirlo, pero el Doctor Merengue podría ser el clásico hipócrita, porque nunca cambia, y siempre presenta una cara cuando la otra es la que manifiesta sus más profundos sentimientos.

Por otro lado, considero que una persona prudente va mejorando en sus sentimientos no expresados.

Leía hace poco, referido a otro tema, pero aplicable a la actual consideración, lo siguiente:

En ocasiones, «se encuentra la idea, bastante extendida, pero muy reductiva, de que la virtud es fundamentalmente un suplemento de fuerza en la voluntad que nos hace capaces de respetar unas normas morales, incluso cuando éstas se oponen a nuestra inclinación.

Si esta visión fuera correcta, la virtud consistiría en la capacidad de ignorar la afectividad, de oponerse sistemáticamente a lo que sentimos siempre que lo requiera el respeto de esas normas.

Naturalmente, aquí hay una parte de verdad, porque en la formación de la virtud a menudo es necesario actuar contra la inclinación afectiva.

Sin embargo, es muy importante no olvidar que no es este el objetivo; se trata solo de un paso que, si no va seguido de otros, formará solamente la capacidad de reprimirse, de decir no.

Quien piensa así en las virtudes, (…), en realidad no ha terminado de entender, porque no consigue ver lo que esto significa en la práctica. Cfr. Muy humanos

Contenerse es necesario para la convivencia pacífica entre jefes, subordinados, compañeros, amigos, familiares, etc.

Y, bien planteado, la contención nos ayuda a mejorar.

Corrección fraterna

Ahora bien, contenerse no quiere decir callar las cosas, cuando hace falta decirlas.

De hecho, en ocasiones conviene decirle a una persona los errores en los que está, de los que probablemente ni siquiera se ha enterado.

Hay un dicho, que no me gusta nada, que se enuncia más o menos así: «quien dice verdades, pierde amistades».

Pero la verdad es que esto no tiene por qué ser así.

Uno puede decir las verdades con cariño, en privado, tratando de ayudar a la persona a corregirse, en lo que creemos, objetivamente que está haciendo mal.

Es lo que en el evangelio se llama la corrección fraterna.

En esta época en la que la gente tiende a sentirse mucho, decirle a alquien: «me parece que estás haciendo esto mal, es una maravilla».

Y a quien recibe esa reconvención, debe agradecerla mucho.

Abrir horizontes

Y esta corrección no tiene por qué ser sólo de cosas que estás haciendo mal.

También puede alguien animarte a actuar en algún sentido que te pueda ayudar profesionalmente.

Recuerdo cuando, hace muchos años, Ricardo me dio un consejo de buscar otros lugares para crecer en mi trabajo profesional.

Como uno tiende a acomodarse en donde está, me costó aceptar/seguir el consejo, porque además, me topé con varias dificultades.

Pero al final, fue una decisión con resultados muy buenos para mí, y siempre le agradezco a Ricardo ese abrirme horizontes.

Así que el decir las verdades -en tiempo y forma- no sólo es bueno, sino que es necesario.

Aula

Fer me terminaba diciendo que probablemente a mí me pasaba también en el aula… que tenía que contenerme.

«Y seguro que tu también, eso de dar clases, cada ves es más cercano a ser gladiador de circo».

Me reí muchísimo por la comparación de ser un «jumilde profesor» a un magnífico gladiador.

Lo que ha olvidado Fer es que a veces sí decimos las cosas, aunque hemos aprendido a decirlas con mano izquierda.

Cuando a veces el exabrupto ha sido más de lo necesario, la disculpa siempre viene inmediatamente.

Pero bueno, creo que todos los «docentes» (como le gusta decir a un amigo) hemos de decir las verdades, con cariño.

Dos anécdotas finales

Escribiendo esto último, me vino a la memoria mi querido y admirado Joan, que en el aula le decía a sus alumnos, gritando, con su acento catalán: «me pagan por desasnaros«.

La segunda: leyendo una novelita, uno de los personajes decía una frase que me parece que podría resumir lo aquí vertido. Se refería al lema que acompañaba el escudo de armas de su familia «‘Verdad y honor’. No es para descubrirnos, sino para darnos qué alcanzar».

Nos vemos pronto