La paciencia en Cipriano, a quien le tocó vivir la peste Cipriana

paciencia
A pesar de que la actividad ordinaria ha sido suspendida, he tenido muchas reuniones, calificar, organizar actividades remotas, conocer tecnologías más a fondo para sacarles más jugo y preparar y dar clases remotamente. Especialmente éstas últimas llevan un tiempo extra de preparación y de tensión. Poco a poco espero que me vaya acostumbrando al nuevo ritmo de vida.
Y estos días de encierro por el Coronavirus para todos han sido días tan fuera de lo ordinario, que ha implicado mucha dosis de paciencia. Y casualmente me topé con un texto antiguo, de un Padre de la Iglesia llamado San Cipriano. Su nombre era Tascio Cecilio Cipriano, obispo de Cartago, mártir a los 58 años en el año 258; es decir, hace casi 1800 años que falleció. Interesante saber que Cipriano tuvo que también batallar contra una peste en Cartago. Incluso esa peste tiene el nombre de “peste cipriana” por la descripción que hizo de ella (fue durante 249 a 262, y parece que causó mucha debilidad al imperio romano). Cipriano fue el mejor orador cristiano hasta que lo desbancaron San Jerónimo y luego el gran Agustín de Hipona. Pero como leerás en el texto que adjunto, la retórica de Cipriano es maravillosa.
Había pensado ir comentando el texto de Cipriano, pero luego me quedé pensando que lo mejor sería copiarlo íntegro, y que cada uno pueda sacar sus consecuencias, conclusiones, que tome lo que le sirve y deje lo que no le sirve. Así que aquí va el texto
La paciencia, es lo que nos hace valer y nos guarda para Dios.
La paciencia atempera la ira, frena la lengua, rige el pensamiento, custodia la paz, regula las normas de vida, rompe el ímpetu de la concupiscencia, reprime la violencia del orgullo, apaga el fuego del odio (…)
Nos hace humildes en la prosperidad; en la adversidad, fuertes; mansos contra las injurias y ultrajes.
Enseña a perdonar enseguida a los que delinquen; y al que ha faltado, a rogar mucho y largo tiempo.
La paciencia vence las tentaciones, soporta las tribulaciones, y lleva a término los padecimientos y martirios.
Ella es la que proporciona a nuestra fe un fundamento firmísimo; ella es la que provee a que nuestra esperanza crezca hasta lo más alto.

Ella es la que dirige nuestros actos para que podamos mantenernos en el camino de Cristo, mientras avanzamos con su ayuda; ella, en fin, hace que perseveremos siendo hijos de Dios.
Notas extras al breve post.

Quiero aprovechar que al fin he publicado algo, después de varias semanas en un mutismo generado por un trabajo un poco más agotador, para comentar algunas cosas.
Primero desear que todos los que han sido contagiados del virus salgan se curen cuanto antes; y si alguien ha fallecido, desearle mi más sentido pésame y decirle que está en mis oraciones.
Así como también están en mis oraciones las personas que hayan fallecido en estos días, aunque no haya sido por causa del Coronavirus. Especialmente por el papá de una alumna de Guatemala que acaba de fallecer.

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También me gustaría comentar que también recientemente ha fallecido Albert Uderzo, el caricaturista francés creador -junto a René Gosciny- de la maravillosa serie de Astérix el galo. 

Desde mediados de los años 70, gracias a un gran amigo de mi hermano José Roberto, logré introducirme en el mundo de estas geniales caricaturas, llenas de sentido del humor, ironía, cultura básica. 

Una época previa al Imperio Romano con una visión optimista de la vida, haciendo reír con menudencias. 

Además de la maravilla de los guiones, las caricaturas son geniales, y cada cuadro es para deleitarse viendo a fondo los detalles.
Gosciny falleció hace muchos años. Ahora se fue Uderzo. Con el fallecimiento de Uderzo, me enteré de que hace algunos años cedió a dos artistas la continuación de la publicación de las Aventuras de Astérix, y ya llevan publicados unos cuatro libros.
Como paradojas del destino, uno de estos nuevos libros de Astérix (que no he leído) se llama “Astérix en Italia”. Según parece, uno de los personajes de ese libro es un auriga, que se llama “Coronavirus”.  ¡Así es la vida!