Hay momentos en la vida en la que uno tiene muchos inputs, mucha información que te llega en relativamente poco tiempo.
Durante las vacaciones, por lo menos para mí, termina siendo así.
Tiempo de descanso, tiempo de recibir mucha información (lecturas, pláticas informales, una que otra película, etc.), para que ésta se convierta en formación y, luego, llegue a ser algo performativo.
Entre los miles de inputs de estos días, me topé con uno que me desconcertó.
Jícaras
Estaba oyendo a un español contar una anécdota -en un podcast– cuando dijo que las personas (protagonistas de la anécdota) habían pedido varias jícaras de chocolate.
Se me encendieron los ojos, pues siempre había tenido la impresión de que jícara era una palabra muy salvadoreña (no recuerdo haberla oído mucho en Guatemala, ni en México); o quizá, por lo menos, una palabra mesoamericana.
Así que acudí al diccionario, fiel servidor y formador que me acompaña permanentemente desde que existen estos maravillosos aparatitos electrónicos (o la web).
Allí, efectivamente, pone, como primera definición de jícara «una vasija pequeña, generalmente de loza, que suele emplearse para tomar chocolate».
Es como un tazón para chocolate.
En nuestras tierras, de alguna manera, tiene el mismo significado; o desde el punto de vista de uso, la jícara es un instrumento para beber.
Sin ser de loza, porque es producto del árbol llamado jícaro (o güira), se usa para beber, especialmente el «vital líquido» como les gusta a los periodístas llamar al agua. (En la foto de inicio de este post es el árbol jícaro)
De mi niñez en El Salvador, recuerdo haber visto muchas jícaras que usaban los campesinos: un instrumento sencillo y barato para tomar algunos líquidos, que además de agua, quizá un buen café de olla.
Jícaras Tristes
Al mismo tiempo que recordaba esto de la palabra jícara, me venía también a la memoria la misma palabra pero con apellido: Jícaras Tristes.
Así se titula el único libro del poeta salvadoreño, Alfredo Espino.
Espino es un hombre muy admirado en el Pulgarcito de América, como le decían a El Salvador.
Muchas veces he dicho que la poesía y yo no nos llevamos muy bien.
Siempre me ha costado entender lo que se quiere manifestar entre los versos.
Pero, habiendo entrado en la «jícara», decidí lanzarme a tratar de leer los 96 poemas que Espino plasmó en su libro.
Como no me llevo con la poesía ni soy crítico literario, mi objetivo era únicamente leer los poemas y tratar de encontrar una explicación de por qué se llama así el poemario.
El libro, fue publicado de manera póstuma, porque el joven Espino, dedicidió quitarse la vida a los 28 años (precisamente en 1928).
Su vida fue trágica en muchos sentidos.
Y en muchos de los poemas refleja la tristeza de su depresión. De ahí -coligo- el apellido de «tristes» en el nombre.
Y lo de jícaras quizá le viene porque sus poemas son muy costumbristas de lo que se vivía en El Salvador a inicios del siglo XX.
Teleférico San Jacinto
Uno de los poemas de Espino, titulado «Ascensión», tiene una frase que en El Salvador de los años 70’s del siglo pasado, fue un eslogan muy conocido.
Un amigo de mi papá, se lanzó a hacer un parque de diversiones en la cumbre de un cerro, el Cerro de San Jacinto.
Para subir al cerro, lo mejor era hacer un teleférico.
Pues se lanzó a hacer un teleférico: que fue algo maravilloso para la época.
Yo me gocé las muchas veces que subí al «reino del pájaro y la nube»
El eslogan, era «ven y sube al reino del pájaro y la nube».
Lo del reino del pájaro y la nube está tomado de este poema de Espino.
Da la coincidencia de que Don Rolando, mi querido papá, tenía este poema siempre entre sus pensamientos: era su poema favorito (no he sabido de que conociera y quisiera algún otro).
Es el segundo poema, por orden, que aparece en Jícaras Tristes, que empieza con ese maravilloso: «¡Dos alas!»… ¿Quién tuviera dos alas para el vuelo? Esta tarde, en el monte, casi las he tenido».
Nunca, hasta ahora, había reflexionado que las múltipes veces que he leído este poema, siempre me daba un «triste gusto», si se puede hablar así.
El poema, en medio de la maravilla, tiene un tono negativo de fondo: «que asco y tristeza comenzar a bajar».
Un deseo no satisfecho: «´¿quién tuviera dos alas…?»
Y luego, las partes más bellas, más positivas, que podría también catalogar al libro como Jícaras Alegres: «…que si no fuera mar, bien sería otro cielo»… «por beber agua limpia, bebe agua, bebe luz»…»sobre aquel mar dormido que parecía un cielo».
Me queda de tarea terminar de leer los poemas de Espino. Y llevo unos 25 ó 30, pero tengo que digerirlos poco a poco.
PS1. Este artículo (del que adjunto el link) me gustó. Es de hace casi 20 años, pero está muy bueno. Jícaras Tristes.
PS2. Gracias a Tono, que me hizo llegar el poema del papá de Alfredo Espino
«EN LA TUMBA DE MI HIJO ALFREDO»
Hado adverso rompió tu egregia lira al principio no más de tu jornada
y hoy tu musa romántica suspira melancólica y mustia, abandonada.
—
Ya las aves no escuchan el acento de tu voz cristalina; del bosque, en la espesura,
solo se escucha el susurrar del viento y los tiernos clamores de la ondina que repiten tus cantos de amargura.
—
¿Quién como tú, supo cantar las cosas adorables y bellas de los nativos lares,
y supo traducir lo que las rosas dicen en su lenguaje a las estrellas en su efímera vida de pesares?
—
La fuente cantarina que suspendiera el curso de sus ondas bajo el encanto de tu voz divina; el nemoroso viento que en las frondas juega, saltando cual travieso niño,
te envían un mensaje de cariño de su laud sonoro; es mensaje empapado en el lloro de un sentimiento puro, como armiño!
—
Con él envío mi oración sentida que del santuario de mi pecho brota,
empapada en la sangre de mi vida: es el triste cantar de un arpa rota,
que al roce de los céfiros herida, al mundo exhala su postrera nota, por infinito duelo estremecida.
—
Suba a Dios mi oración porque en el seno de su gloria eternal disfrute tu alma de inmensa dicha deparada al bueno…
¡Dios que vió tu bondad de nazareno ha de ceñirte inmarcesible palma!
Alfonso Espino
PS3. Mi buen amigo Umbi me hizo llegar un dicho que tienen en Corea. “Jícara con grieta que gotea en casa, también gotea fuera de casa”