Barry White (I)

Tengo un buen amigo que tiene un oído espectacular para la música. Toca varios instrumentos, ha sido director de coro y sabe distinguir perfectamente cuando alguna canción está bien interpretada o no. 

De hecho, hace años le puse un video donde el inicio de la canción pareciera que era una interpretación clásica y resultó una canción pop en español.  Mi cuate me dijo correctamente -a los dos segundos- qué canción era. 

En el extremo opuesto tengo otro amigo cuyo oído musical es malísismo. No recuerda ninguna canción y por supuesto no tiene idea de nada. 

Para mí son amigos de los dos polos en el ámbito musical. A ambos los aprecio mucho y respeto por su calidad humana y profesional; huelga decir que he convivido con ambos muchos años en diversas actividades.

Yo quizá, estoy más cercano del primero que del segundo. No tengo ni el 10% del oído de mi primer amigo, pero tampoco estoy tan grave como mi segundo amigo. 

Me gusta la música de varios estilos y procuro oír música con frecuencia. 

De niño mi compañero de cuarto -mi hermano José Roberto- tenía algunos casetes y puso en nuestro cuarto unas bocinas en el cielo falso que ayudaban un poco a gozar las canciones de Neil Diamond que son las tengo grabadas de esa época. Canciones que yo “sentía” -in sensu stricto– que apoyaban la superación de las dificultades que leía en mis libros de Julio Verne. 

Eduardo

Desde 1972 empecé a jugar basquetbol (baloncesto) en el CDI (Círculo Deportivo Internacional) de San Salvador. 

En 1974 y 1975 jugué con el equipo Asesuiza en ese Club. Asesuiza es una aseguradora que nos patrocinó esos años gracias a las gestiones del papá de Paco, mi amigo Paquito

Tenía yo por aquel entonces 9 y 10 años (respectivamente) y jugamos en la categoría intermedia (entre los principiantes y mumujas como se llamaban las categorías, según creo recordar). 

Nos entrenó esos dos años un joven (tenía 16-17 años) Eduardo, quien después sería un gran amigo… y lo sigue siendo. 

Eduardo ya tenía carro y nos pasaba a recoger a varios de los que vivíamos entre su casa y nuestro colegio (nuestro querido Liceo Salvadoreño) donde entrenábamos varias veces por semana.  

No me acuerdo cuántos íbamos en el carro, pues solo tengo memoria de René y de Juan Carlos, pero seguro íbamos unos 4 o 5 además de Eduardo. Siendo niños pequeños y en otras épocas de poca seguridad en los carros, íbamos apretujados todos allí. 

Pues Eduardo tenía casetera en el carro y tenía música bastante actual. 

De hecho, en octubre de hace 50 años (1974) se grabó la canción que quiero ha originado estos dos posts. 

Eduardo era fan de Barry White y nos ponía sus canciones habitualmente. Así que «The First, the last, my everthing» es una canción de la que tengo recuerdo de casi hace 50 años. 

Quizá en ese momento no le ponía tanta atención a la música ni a la letra. 

Se me hace que no le ponía atención a la música, porque siempre iba nervioso con Eduardo. No porque manejara mal o muy rápido, sino que con frecuencia pasaba tarde por mí. Y como buen nieto de suizo, yo estaba puntualmente esperándolo en la entrada de la casa, sufriendo porque no aparecía (y no había celulares para averiguar por dónde venían).

En cuanto oía el carro -le había puesto de aquellos escapes que amplifican el ruido, bazuca le decían en El Salvador- me saltaba la reja de la casa y salía a la calle. 

En el carro venían los que habían recogido antes que yo -yo era el último a quien recogía- y todos venían felices cantando o hablando. 

Mi reloj interno suizo no me dejaba gozar aquella incomparable compañía y alegría. Y eso que el entreno de BKB no empezaba hasta que nosotros llegáramos. Gajes de los genes. 

Cuando llegaba temprano sí que gozaba un poco más ese trayecto oyendo la música del momento. 

Actualidad 

A medida que la música empezó a estar más disponible -con YouTube en mi caso – fui reencontrando canciones de aquella bella época de mi niñez. 

Así encontré una canción que le gustaba a mi hermanita Claudia de chiquilina, de Gilbert O’Sullivan, Clair, donde al final hay una preciosa risa de la protagonista de la canción, y que a mi hermana Claudia a su vez, le hacía reir.

Y allí encontré a mi querido y admirado Barry White quien me traía buenos recuerdos. 

Y también allí empecé a gozar más su música y de su magnífica voz: su “aterciopelada” voz como la calificaba un artículo que leí sobre él. (Y que no pude volver a encontrar para referirlo aquí).

Con los años he ido descubriendo que las canciones que más me gustan tienen una “participación” más activa del bajo y de la batería en ella. 

Hace poco descubrí que hay que en YouTube solo el bajo de una canción en específico. En ese descubrimiento me bajé de categoría de oído musical, pues me puse a oír el bajo de una canción que he oído múltiples veces y no lo logré distinguir. Fue un trauma fuerte. 🫣

Luego descubrí que hay otras grabaciones donde se pone la canción en original como fondo y el bajo más fuerte, enfrente de la canción.  Allí he empezado a descubrir la maravilla del bajo.

Mi amigo JE me ha insistido en que escriba más corto. 

Pero en cuanto empiezo a escribir cosas pasadas empiezan los recuerdos a “apuñuscarse” y van saliendo uno detrás de otro. 

Así que he partido este post en dos partes para evitar más reclamos de JE.

Continua aquí.

Continua la segunda parte aquí