De niño tenía un libro que usábamos en ciencias naturales en mi querido colegio, el Liceo Salvadoreñor. El libro se llamaba «La tierra y sus recursos» y el autor, Leví Marrero.
Este cubano, junto con su compatriota Aurelio Baldor, me ayudaron a que me gustara la ciencia. Baldor con su matemática y Marrero con las ciencias naturales.
En el caso de Marrero, su libro casi se convirtió en libro de cabecera; le hacía compañía a los otros libros que tenía junto a mí: los de Julio Verne.
El libro de Marrero tenía una gran cantidad de datos y gráficas de la producción de los países del mundo, así como otro tipo de información: astronomía básica, por ejemplo.
Este tipo de libros le hacían a uno, “estrujarse las meninges” cómo dice un viejo dicho.
A falta de Google (que todo lo dice saber), «La tierra y sus recursos» servía para buscar algún dato que no fuera fácil encontrar.
Astronomía
De este libro también me vino mi gusto por la astronomía.
Que ha tenido dos características.
La primera es que era y sigue siendo, una afición.
La otra es que siempre ha sido teórica.
Mi papá compró un telescopio por estas mismas épocas que estoy rememorando.
Creo que allí empezó mi decepción para ser observador astronómico.
Porque, por más que hiciera, no lograba ver nada más que la luna.
Creo que alguna vez logré ver los anillos de Saturno; pero a veces pienso que me los imaginé, para tener la confianza de decir que los había visto.
Resultó que luego me pasó lo mismo con los microscopios, donde nunca logré ver nada de las células, las mitocondrias, las paredes celulares y demás nombres que he procurado olvidar.
Así que mi relación con la astronomía ha tenido esas vertientes, la afición y la teoría.
Nunca he profundizado ni he tomado un curso de astronomía y nunca me he dedicado a ver estrellas y constelaciones en aquellas noches oscuras.
He de decir que a finales de 2019 tuve una clase práctica con Gonzalo, quien, en una hora, me enseñó astronomía teórica más de lo que sabía; y también me hizo ver la única galaxia que se ve a simple vista.
Con un telescopio maravilloso, vimos algunas estrellas y constelaciones en una noche oscura en un lugar apto para estas observaciones.
Eso sí, el frío hacía presa en nuestra humanidad, limitando los deseos de continuar aquellas observaciones únicas.
Distancias astronómicas
La cosa es que, cuando sale sale alguna noticia acerca de viajes, sondas, planetas, estrellas, galaxias, agujeros negros, supernovas, asteroides, cometas,…, me las leo con gran fruición.
Hay cosas que ya conocía desde épocas de «La tierra y sus recursos».
Y luego las he ido calando, poco a poco.
Una de ellas son las distancias.
Literalmente, distancias astronómicas.
Distancias para las que no tenemos comparación en nuestra vida diaria.
A pesar de velocidades enormes -referidas a la tierra-, las distancias que hay entre los planetas del sistema solar son enormes.
No digo que son inconmensurables, porque se pueden medir.
Aunque, a efectos personales, para cada uno de nosotros, sí son inconmensurables.
Hace pocos días tuve un vuelo de más del doble de largo de los habituales.
Y esas cuatro horas y pico fueron para recorrer «sólo» 3,000 kilómetros.
Cada día atraviesan el Atlántico y el Pacífico cientos de naves, en vuelos de mas de 10 horas… y sólo para recorrer unos cuantos miles de kilómetros.
Si comparamos esto con la velocidad de la luz, nos quedamos en babia.
La luz que nos llega de Sol salió de esta magnífica estrella 8 minutos antes.
Y eso que la luz es lo que más rápido se mueve: casi a 300 mil kilómetros por segundo. (Viaja a 299,792.458 kilómetros por segundo)
Ya me imagino que con los dos datos anteriores, habrás podido calcular la distancia (media) de la Tierra al Sol, en alrededor de 150 millones de kilómetros.
(Lo que se llama Unidad Astronómica, es la distancia media de la Tierra al Sol, que es 149,597,870.7 kilómetros)
Solo pensar lo inmensamente grande que es el Sistema Solar me deja abrumado.
Y el Sistema Solar no es más que una pequeña parte de una galaxia en forma de espiral que se llama la Vía Láctea.
Salir del Sistema Solar es algo tan tardado que solo ha habido 5 naves humanas que hayan salido propiamente de la atracción gravitacional del sol.
(No me meto aquí a diversos problemas como dónde acaba el Sistema Solar o la atracción gravitacional del sol, o hasta donde afecta el viento solar…)
Llegar a la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar nos tardaría 4 años… 4 años viajando a la velocidad de la luz.
Esta estrella cercana, es realmente un sistema ternario llamado Alfa Centauri. Las tres estrellas están unidas gravitacionalmente.
El tiempo para llegar allí es 4.36 años luz, que equivale a 41.2 billones de kilómetros de distancia… son datos de los que no tenemos nada de noción; o bueno, por lo menos yo no tengo capacidad de compararlos con nada.
Y así, en este tipo de distancias, se utiliza, para medirlas, el tiempo… el tiempo que tardaría la luz en recorrer un año… son los años luz… y también están los parsec, que equivalen a 3.2616 años luz.
Un rayo de luz que cruce la Vía Láctea, nuestra galaxia, tardaría unos 100,000 años.
Como dato a tener presente, se dice que nuestra galaxia tiene entre 100 y 400 mil millones de estrellas (de soles).
Y se dice que hay 2 billones de galaxias… 2 billones en español son 2 millones de millones. Es decir, 2,000,000,000,000 de galaxias.
Abrumador.
Y está es la segunda cosa que a mí me abruma del universo.
La cantidad ingente de materia que hay.
Distancias inmensas y enorme cantidad de materia.
Y, según «La tierra y sus recursos», lo que está en medio de los planetas, o entre los sistemas solares dentro de la galaxia, o entre galaxia y galaxia, está vacío.
Pero resulta que es un vacío relativo.
Aparte de los planetas, hay otras cosas: satélites, asteroides, cometas, meteoritos, etc.
Muchas de estos integrantes de nuestro Sistema Solar son cosas muy pequeñas.
Otras son enormes, como los Planetas. Y luego las intermedias, como los satélites y los asteroides.
Planetas y demás
De niños aprendí los 9 planetas, en orden: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Era de las primeras cosas que salía en «La tierra y sus recursos». Había que ubicar la tierra dentro de la Vía Láctea y dentro del Sistema Solar.
Luego, hace pocos años, nos quitaron a Plutón como planeta.
A mí me encantaba contar de que Plutón era el planeta con la órbita más elíptica (desde el gran Kepler se sabe que los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas donde el Sol es uno de los focos de la elipse)… y que era tan elíptica que se metía dentro de la órbita de Neptuno, y por lo tanto estaba más cerca de la Tierra que Neptuno.
Ahora se lo bajaron. Ya no es más un planeta.
Pues siendo como está el asunto y habiendo escrito la introducción más larga de lo que había pensado (como me pasa con frecuencia), al fin estoy llegando a lo que quería escribir.
Lagrange y sus puntos.
Todo lo originó un artículo que leí en un periódico, al que remito, ya que está muy bueno.
Me sorprendió enterarme -hasta hoy- que, además de la zona de asteroides entre Marte y Júpiter, existen otros asteroides, en grandes cantidades que están en la misma órbita de Júpiter.
Y esto no salía mencionado en «La tierra y sus recursos».
El quiebre de esquemas fue violento, pues jamás había oído hablar de ese fenómeno.
Y también bien fue interesante porque tiene que ver con los 5 puntos de Lagrange, de quien escribí un post hace algunos años.
Lagrange resolvió el problema de los tres cuerpos; que en el fondo son los cinco lugares donde las fuerzas de atracción de los dos cuerpos más grandes se anulan en el tercer cuerpo.
Los tres primeros puntos de Lagrange están en la misma recta imaginaria que une los dos cuerpos más grandes. (Por eso puse la representación de los cinco puntos arriba).
El L1 está muy cercano al cuerpo mediano; el L2 está en esa misma línea pero detrás del cuerpo mediano. Y el L3 está también en esa misma línea pero detrás del cuerpo más grande.
Para cada tres cuerpos puede encontrarse los 5 puntos de Lagrange.
Por ejemplo, aquí el cuerpo más grande es la Tierra, el mediano la Luna, y el tercer cuerpo es el más pequeño, que estaría ubicado en el punto de Lagrange.
Cada tres cuerpos tienen sus correspondientes puntos de Lagrange. (Sol, Tierra, Satélite).
Si ubicamos un satélite en alguno de estos puntos, éste no se ve afectado por la gravedad de la Tierra ni de la Luna.
Pero estos tres primeros puntos de Lagrange son muy inestables, y cualquier interferencia fácilmente los puede sacar de ese punto.
(En el sistema Sol-Tierra-Satélite, parece que el punto L3 -el que está «detrás» del Sol- es el más inestable, porque Venus pasa un par de veces al año cerca de ese punto, lo que desastabilizaría cualquier satélite que estuviera allí).
Por cierto, me encantó que mencionaran en el artículo que en el punto L3 hay quienes creen que está la Tierra 2, un planeta que está en paralelo al nuestro, pero que obvio no vemos porque está del otro lado del Sol… me reí mucho.
Estos puntos son en realidad, áreas, zonas, donde las fuerzas gravitacionales de los dos cuerpos grandes se compensan.
Los últimos dos puntos de Lagrange, el L4 y el L5 son más estables que los tres primeros y se ubican 60 grados antes del cuerpo y 60 grados después del mismo.
Podríamos decir, que preceden y siguen al segundo cuerpo más grande.
Aquí nos tendremos que trasladar al sistema Júpiter-Sol-Asteroides.
Asteroides troyanos y griegos.
Cuando Lagrange encontró los cinco puntos mencionados, predijo que si algún cuerpo muy pequeño compartiera órbita con un planeta, quedaría atrapado en los puntos L4 y L5. Iría adelante o detrás del planeta, a 60 grados de la línea que une el Planeta con el Sol.
Y se descubrieron los primeros asteroides de este estilo en Júpiter.
Recién iniciado el siglo XX, en poco tiempo se descubrió el primer asteroide que circulaba «por delante» de Júpiter, y luego otro que circulaba «siguiendo» a Júpiter.
(No sé por qué Leví Marrero no puso en «La tierra y sus recursos» estos asteroides)
Ahora se conocen unos 10,000 asteriores en la órbita de Júpiter: 6,000 griegos y 4,000 troyanos. Los astrónomos tuvieron la ocurrencia de nombrar a los asteroides en recuerdo de la guerra entre griegos y troyanos, aunque los héroes quedaron al revés: Héctor quedó entre los griegos y Patroclo en el de los troyanos…
Hay otros troyanos en Marte, Saturno… y en la Tierra.
Se llama 2010 Tk7, parece que tiene unos 300 metros de diámetro y está a la bicoca de 80 millones de kilómetros por delante de la tierra, en la L4.
Colofón
Espero que hayas llegado hasta aquí en la lectura.
Salió largo y quizá aburrido este post, pero me dio gusto leer, investigar y escribirlo. Es quizá el post que más tiempo me he tardado en escribir.
Y luego, hacer memoria de aquellos años maravillos de la niñez, en el Liceo Salvadoreño, con mi «La tierra y sus recursos» bajo el brazo.
Y esto último fue también un motivante porque el 16 de octubre recién pasado cumplimos 39 años que terminamos el bachillerato (la prepatoria). Así que, con mis queridos compañeros, entramos al año 40 de nuestro primer logro académico importante.
A mis compañeros de promoción del Liceo 1982 está dedicado este escrito, para inaugurar el año 40 del lejano 82.