Estos últimos días han sido muy intensos. Desde el martes hasta el viernes la hemos pasado en la reunión anual del Claustro de Profesores y Directivos del IPADE. Ha habido varias actividades: desde una maratónica reunión del Área de Finanzas hasta un concierto estupendo.
Pero quizá lo mejor ha sido la convivencia en unos días en los que la actividad académica está en receso por lo que se comparte con buenos amigos y con sus cónyuges.
Tengo la tendencia de tratar de describir todo lo que pasa de manera cronológica. Pienso que no hay un después si no hay un antes. Pero también sé que la descripción cronológica tiene sus dificultades y llega a aburrir. Así que procuraré no hacerlo cronológico… es más, trataré de no hacer referencia a qué día de la semana sucedieron los eventos aquí mencionados (ahora que reviso lo que he escrito, me he dado cuenta que no logré esté último propósito).
Como todo ha de tener orden (por lo menos a mí me gusta que las cosas tengan orden), lo que haré será explicar en orden por el impacto que tuvieron en mi las actividades.
Lo que más me impactó fue volver a descubrir el “músculo” del IPADE. El IPADE tiene muchos defectos, y a veces es más fácil hablar de los ellos que de las virtudes, porque éstas últimas no son tan visibles; o quizá porque lo malo se nota más. Gracias a Dios lo malo se nota –mayoritariamente- hacia dentro, y casi nunca hacia fuera.
A veces las conversaciones entre los miembros de la institución versan sobre estos detalles y cosas malas. Así que cuando volví a ver el “músculo” del IPADE en acción me entraron dos sensaciones, sentimientos o coómo les querrás llamar.
El primer sentimiento fue de humildad. Ver pasar a exponer a cinco colegas que te explican lo que han hecho en los últimos 16 meses para lograr escribir unos libros magníficos te emociona muchísimo, te pone la carne de gallina cómo decimos en mi tierra. Se me enchina la piel dicen en México (o por lo menos así me dijeron que se decía).
Pronto, dentro del marco de los 50 años, saldrán publicados estos 5 libros. Cada uno de ellos con la participación de varios o muchos profesores. Buscando dejar plasmado el conocimiento generado en la misma Escuela y previendo la investigación sobre estos mismos temas hacia el futuro.
La verdad es que ver esto, constatar esto me llevó, como decía arriba, a una sensación de humildad, pero asociada con admiración por todos mis colegas profesores por su trabajo. Un trabajo bien hecho.
Quizá sea tonto lo que escribiré pero, la sensación fue de una “humildad orgullosa”. Orgullo de mis colegas al mismo tiempo que humildad de ver su valía y mi superficialidad.
“Cuando se teoriza desde la ignorancia, el día menos pensado se acaba descubriendo el paraguas” decía Bovio. Recordar la humildad también es consecuencia de volver a descubrir mi ignorancia, y recordar que cada día podemos aprender algo, incluso de personas de las que suponés que no podés aprender. Si no, es muy fácil caer en la necedad… “sólo el necio veo ser, en quien remedio no cabe”. Nadie hay peor que el ignorante que ignora, el que piensa que él está en lo correcto y todos los demás son los que están equivocados. No hay remedio para la soberbia intelectual… bueno, quizá sí: la constatación de la ignorancia. “Porque pensando que sabe, no cuida de más saber”. Estas frases llenas de sabiduría hay que recordarlas con frecuencia… por eso los sabios son sabios, porque piensan que no saben, cuando en realidad sucede todo lo contrario. He vuelto a descubrir la sabiduría y conocimiento de los colegas que sacan adelante el IPADE, y que constituyen ese “músculo” de esta maravillosa Escuela de Negocios.
Quizá para cerrar esta primera parte de mis impresiones del Claustro anual, me gustaría transcribir una frase que alguien recordó en una de las conferencias del Claustro: “nuestra vida puede ser grande por la gente a quien acompañamos”. Anoté que la frase era de alguien de apellido Elizalde… Me parece que la mayor parte de personas que se acerca al IPADE puede hacer suya esta frase: personalmente me la aplico en primer lugar por mis colegas profesores; y por supuesto por la maravilla de los participantes con los que me he encontrado en estos casi 20 años que tengo de estar en contacto cercano con el IPADE.
El culmen emotivo para mí y para muchos de estos días se dio el jueves por la noche en el antiguo colegio de San Ildefonso, sita en el centro de la Ciudad de México, un maravilloso lugar. Después de un breve recorrido por pocos lugares del Colegio, nos introdujimos al anfiteatro. Después de las respectivas palabras del Director y de un video resumen de las celebraciones de los 50 años que han transcurrido, pasamos a la magia.
Una orquesta dirigida con maestría por un joven director, Rodrigo Cedet, interpretó la Sinfonía que se preparó para los 50 años del IPADE (lamentablemente no he logrado aprender el nombre de la misma).
Pero la magia llegó a su culmen cuando a continuación aparece en el escenario Alan Pingarrón, un joven tenor de 26 años, licenciado en canto por la UNAM. Iba llevado de la mano de una gentil dama, que lo guiaba entre la oscuridad de sus ojos. Pero lo que en su vista no se logró, en la voz fue compensado. Como me dijo el cónyuge de una profesora: “no sabía que México tenía a su Andrea Bocelli”. Pues efectivamente, Alan nos deleitó con 3 melodías en italiano y luego de un receso, con otras 4 en castellano, haciendo vibrar el sentimiento de todos los presentes, al mismo tiempo que te deleitabas con los ritmos y entonaciones de voz de “Granada, tierra soñada por mí” y de aquella preciosa melodía de “nadie duerma”; porque efectivamente “nessun dorma” en esos momentos inolvidables. Y era el momento de pensar en ese “vincero” final de esta canción.
La verdad es que la sorpresa y la emoción fueron generalizados. Todos felices, con lágrimas en los ojos (hasta los que somos más “duros” para manifestar las emociones). Gracias a la ovación de pie que dimos al final, el director fue por Alan para darnos una repetición de “Flor de Azalea”, como la golondrina que al amanecer llega a ver a través del cristal… Ahora mismo, mientras termino de escribir estas palabras, oyendo de fondo a Alan con esta canción me traslada a ese anfiteatro donde la emoción del corazón se traduce en una alegría profunda.
Como colofón de esa maravillosa noche, durante la cena nos acompañaron las melodías de un conjunto musical nominado “Dómina, el cuarteto de cuerdas de México”, encabezado por quien fungió como la primer violín (espero que así se escriba) de la orquesta que nos había deleitado un poco antes. Y para colmo de bienes, se presenta Brando, un egresado del Medex del IPADE, esposo de la primer violín, a quien tuve el gusto de saludar y felicitar por la noche que nos habían deleitado.
Creo que ya me he alargado mucho. Pero la “humildad orgullosa” no me había dejado terminar. Y ahora sí lo ha logrado, pidiendo a Dios por los frutos que los profesores y directivos del IPADE podamos dejar en nuestros participantes y en nosotros mismos; y también incluyo en mis oraciones que pronto todos puedan, de alguna u otra manera, escuchar a Alan y deleitar sus oídos con su preciosísima voz.
Nos vemos pronto.
P.S. Me robé del facebook del jefe las fotos.
Javier, que experiencias tan lindas, enriquecedoras e inolvidables has de vivir en esa escuela maravillosa que es el IPADE. Y sin duda esta que describes es una de ellas. Me alegra mucho por vos!!!!!
No me queda mas que darle Like! Mis melodías predilectas y la lección vivencial de un matemático escritor. Enhorabuena.
Enhorabuena, Javier. Gracias por tan clara descripción de un inolvidable Claustro.
Muchas gracias por tus palabras… Aunque no sé quien sos..
Gracias Angel… Un abrazote hasta Toluca
Gracias Toño por tus palabras y por el encabezado que pusiste en facebook cuando compartiste el artículo
Gracias por el recuerdo y la cronología. Concuerdo con vos. Da orgullo ser parte de este gran equipo y de este gran instituto que fomenta la integralidad del individuo.
"Humildad orgullosa", me encantó! Saludos