La Caja de Don Carlos

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Después de algún tiempo “seco” de inspiración, creo que han empezado a moverse las neuronas, poco a poco, para poner unas cuantas líneas por aquí.
Hace algún tiempo escribí sobre Don Carlos, un empresario de primera de quien he aprendido mucho, sigo aprendiendo y espero continuar “chupando rueda” –como dicen en Guatemala- algunos años más.
Entre las sabidurías de Don Carlos hay una muy simpática y a veces, contraintuitiva. O, mejor dicho, en contra de las “tranquilidades” de la empresa.
Resulta que en una ocasión, viendo los estados financieros de su empresa, don Carlos comentó: “tenemos que deshacernos de la caja, tenemos mucho”. Era claro que no hablaba de “gastar” toda la caja, sino de hacer desaparecer el exceso, ya sea pagando créditos, invirtiendo en algún activo necesario… es decir, dándole un uso adecuado.
Casi siempre la relación entre rentabilidad y liquidez es opuesta en una empresa. Si queremos ser muy rentables, tenemos que dejar de ser líquidos. Si queremos liquidez, tenemos que esperar conseguir menos rentabilidad.
Don Carlos, además, aportaba otro argumento para “deshacerse” de la liquidez. Más o menos decía lo siguiente: “cuando ves que tu empresa tiene dinero, no te preocupas en cobrar; así que, mejor tenemos que deshacernos de la caja”.
En su experiencia había visto que cuando una empresa  o una persona tiene “mucho de algo”, ese algo no se aprovecha bien, se desperdicia; se dejan en la mesa unos centavos, y termina  uno siendo incluso menos rentable de lo que de por sí sería.
Por aquellas “casualidades” de la vida, me topé con una frase que viene a decir lo mismo: “Crea escasez y crece sistemáticamente”. 
Y en otra casualidad de la vida, recientemente platicaba con unos colegas sobre una empresa muy famosa de un país, que está en proceso de liquidación después de haber sido una gran empresa y empresa grande. La teoría de uno de ellos era que a lo largo de los años, en el sector en el que se encontraban, habían tenido “abundancia” de recursos. Con el paso del tiempo, el sector empezó a ser más competido, y –acostumbrados a la abundancia- vieron como la empresa languidecía poco a poco hasta llegar a los extremos en los que está ahorita.
“Crea escasez” cuando hay abundancia. Es como aquello que hemos oído muchas veces: “cuando en una empresa no hay crisis, tenemos que generarlas”. El acomodamiento, el aburguesamiento, la falta de sobriedad, termina pagándose “caro” (nunca mejor usada esta palabra).
Por otro lado, en ocasiones uno encuentra empresas rentables, que ganan dinero, pero que por alguna razón no lo tienen. Muchas veces son empresas sobrias, que no gastan más de lo que deben gastar (o gastan un poquito más de lo que deberían gastar, pero que tampoco afecta tanto). Quizá han sido empresas que han salido de un bache fuerte y que empiezan a levantar la cabeza, porque hacen las cosas bien, mejor de lo que lo hacían antes; empresas que consiguen nuevos y buenos negocios; empresas que no sólo han levantado la cabeza sino que han empezado a volar…
Se me ocurre que a veces a esas empresas les puede pasar lo que les sucede a ciertas personas cuando se levantan de improviso: se marean. Quizá cuando una empresa ha pasado por una crisis fuerte, y se levanta, se puede marear.
Ese “mareo empresarial” puede provenir de no afinar adecuadamente algo en la empresa. La empresa no está funcionando mal; pero podría funcionar mejor. Se ha hecho mucho, y se reconoce a quienes han aguantado toda la presión para sacar adelante la empresa.
Quizá le hace falta un pequeño ajuste a la maquinaria, para que camine mejor. A veces, dejar de acelerar puede favorecer a una mejor maniobrabilidad…
Esto puede significar disminuir la rentabilidad para tratar de ganar liquidez. Como decimos con frecuencia en las aulas “crecer cuesta dinero” porque hace falta invertir (ordinariamente) en inventarios y en cuentas por cobrar. Así que se necesita conseguir dinero para financiar ese crecimiento. A fin de cuentas es un concepto sencillo: si hay crecimiento y utilidades, éstas últimas deben de convertirse en caja lo antes posible; si no se convierten en caja, es porque se han quedado estacionadas en los inventarios o en las cuentas por cobrar.
Conseguir convertir los inventarios y/o las cuentas por cobrar en caja, nos disminuirá la utilidad, seremos menos rentables. Pero en este caso la rentabilidad tiene que pasar a segundo plano para facilitar afinar la maquinaria empresarial a través de una llegada de dinero fresco a la caja.
Ese dinero fresco es el combustible de las empresas. Con efectivo la empresa camina, hay oxígeno. Sin efectivo, nos quedaremos sin gasolina, sin oxígeno.
Me recuerdo de una anécdota de hace casi 20 años. Había llegado a estudiar al IPADE la Maestría Ejecutiva en Dirección de Empresas, un profesional joven de Cuba. El pobre llevaba una formación deficiente en aspectos contables y financieros. Así que me di a la tarea de echarle una mano en estos temas. Cuando le comenté que ganar dinero no era lo mismo que tener dinero, el tipo se desconcertó y se quedó patitieso. Le traté de explicar que la caja no es lo mismo que la utilidad; le di vueltas, le expliqué de una manera, de otra, poniéndole ejemplos de aquí y de allá… imposible, no tuve éxito.
Dejé pasar unos pocos días y luego volvimos a entrarle al tema. Creo que esta segunda vez tuve un poco de éxito. Al final, el chico cubano logró terminar la maestría así que creo que sí hubo éxito.
Espero que nos veamos pronto.