3 minutos de silencio

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Con alguna frecuencia, en actividades con muchas personas, se acostumbra a hacer un minuto de silencio por algún personaje fallecido recientemente. Es un acto en honor de los méritos que ha hecho esa persona en el lugar que le corresponde. Siempre he pensado que en ese minuto de silencio todos deberíamos de rezar por el alma de aquel difunto. Así le tratamos de ayudar algo.
Pero los minutos de silencio no sólo deben ser para rezar u homenajear a los difuntos. Los minutos de silencio, pienso que deben ser para pensar (con la redundancia que corresponde).
A mí me pasa que llevo la mano derecha a nivel del cinturón para recoger de su funda el teléfono celular para “ver si alguien me ha escrito”. Según he leído, y también experimentado, con mucha más frecuencia de lo que parece, sentimos que el celular ha vibrado y tenemos la manía de verlo. O sencillamente queremos saber la hora y sacamos el celular para ver la hora y terminamos viendo de todo menos la hora. Estemos donde estemos, tenemos tendencia a querer estar pendiente de los que están lejos y a veces, poco de los que están cerca.
Leía que en una escuela de periodismo, les pidieron a sus alumnos un “día de ayuno” de tecnologías. Me imagino que les habrá costado lo suyo. Pero luego sacaron muchas conclusiones positivas al respecto.
A veces he oído sugerencias del estilo de “revisa el celular una vez cada cierto número de horas”; “no dediques más de tantos minutos a las redes sociales”… sugerencias que son bonitas, buenas, pero que yo las veo como exageradas…. O las he visto como exageradas… pero, cuando le he dedicado un minuto de silencio a pensar en esas sugerencias, veo que no tienen nada de exageradas.
Leía que un personaje famoso –Nicholas Carr- hacía una pregunta, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Por primera vez en la historia tenemos acceso a toda la información que queramos. De la buena, de la mala; de la fake  y de la verdadera; resumida o ampliada. Pero tenemos mol de información (acuérdese que un mol es 6.02 por 10 a la 23).
Y resulta que cuánto más acceso a la información tenemos, más dificultad tenemos para leer. Hemos perdido capacidad de concentración para leer textos largos, para estudiar, para pensar. O bien, leemos la información y nos la quedamos dentro, en la memoria, y no la analizamos.
De ahí la sugerencia de los tres minutos de silencio. Tres minutos de ayuno de información. Tres minutos de dejar de ver las redes. Tres minutos para pensar. Tres minutos para reflexionar.
La sugerencia no es mía. Viene el papa Francisco. En el sínodo que se está desarrollando en estos días, estableció que después de 5 intervenciones, debía haber tres minutos de silencio para reflexionar. Y parece que ha tenido éxito la decisión.
Ya lo decía el gran Cervantes al inicio de su obra magna. “Se pasaba los noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, y así, del mucho leer y el poco dormir, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”.
¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? ¿Secándolas? ¿Dándonos demasiada información y poca capacidad de reflexión?
Bueno no es que sea internet quien hace eso, sino nosotros, con nuestra curiosidad de saber muchas cosas y nuestra poca capacidad para pensar y reflexionar en ellas. Si a eso añadimos que ahora todo se presenta más fácil con un documental, pues nos vamos hacia eso.
Siempre me ha dado risa cuando le preguntás a alguien si ya leyó un libro. Y la respuesta termina siendo “estoy esperando a que salga la película”. La clásica broma es que todavía sigue esperando la película del “Algebra de Baldor” para poder entender algo.
Tres minutos de reflexión. O cuatro, o cinco, o quince. Los que cada uno necesite para pensar sobre lo que acaba de leer. Ahora en el mundo de “noticias al instante” es fácil “irse en la chicagüita” como se dice gráficamente en El Salvador (esta expresión podría interpretarse como “equivocarse”, aunque con un tono muy coloquial).
Las noticias están influidas por una ideología. Las interpretaciones a los hechos –que son objetivos- vienen dados en función de la forma en que pensamos sobre lo que sucede. Es más, muchas veces se silencian noticias para evitar dar argumentos a favor de la idea contraria a la que tiene el que genera la noticia. Y esto es cada vez más marcado.
Así que considero que es bueno reflexionar. Esto que leí, ¿cómo debo tomarlo? ¿Es realmente cierto esto? ¿Cuál es la realidad que está detrás de esta noticia o información? Es interesante como cada vez muchas personas creen menos en Dios y más en las noticias. Ya lo decía el famoso Chesterton, “cuando se deja de creer en Dios se acaba creyendo cualquier cosa”.
Reflexionar, pensar. Con algunos minutos de silencio. Mientras escribía estas líneas trataba de reflexionar sobre ellas mismas. Leí varias veces cada párrafo para ver si podía conectar mejor uno con otro; corregí cosas; añadí otras; elimine allá y acullá; me leí unos cuántos párrafos del Quijote para volver a encontrar la frase que tenía (incompleta) en la memoria.
Y ¿qué he sacado de esta reflexión sobre mis tres minutos de reflexión? Que descubriremos la maravilla que es el ser humano. Que tenemos una capacidad intelectual mucho mejor de lo que pensamos. Y que esa capacidad intelectual puede también trascender al mundo práctico, ya sea en nuestro comportamiento o ya sea en nuestro actuar en la familia o en el trabajo. Que vale la pena tener esos buenos momentos de ayuno de comunicación (dejar el celular un buen rato de vez en cuando cada día); que vale la pena reflexionar y rebotar las ideas con otras personas que nos ayuden a pensar cada vez más.
Hace poco me enteré de una persona que le decía a otra: “oye, yo necesito a alguien con quien rebotar mis ideas, y que también ese alguien me ayude a descubrir o visualizar nuevas ideas”. Y claro, el ser humano puede hacer esto y mucho más.
Termino ya estas desordenadas reflexiones. Pero quiero terminarla con una frase que era la favorita del gran pensador y matemático Pascal: “el hombre supera infinitamente al hombre”.