Hace un tiempo leí una reseña de unos libros de un autor español llamado Lorenzo Silva. Libros de policía que desde hace muchos años me han gustado.
Heredado de la niña Margoth me metí de lleno a leer todo lo que pude de Agatha Christie y sus personajes más famosos, el detective belga Hércules Poirot y la ama de casa Miss Marple.
No entré al mundo de Sir Conan Doyle, pero sí al del sueco Mankel y su personaje maravilloso de Kurt Wallander. Unas novelas negras, largas, de policía, con un antihéroe: Wallander.
Por cierto, hay unas series de este personaje, muy crítico de su sociedad sueca.
Crítico literario
Siempre me ha dado grima aquellos que se auto-titulan críticos literarios. Me parece que no hay título universitario que dé esa categoría.
Y en mi caso, me consideraría incapaz de plantearme hacer una crítica a Lorenzo Silva o a cualquier otro autor
Sencillamente me gustaría compartirte lo siguiente: los libros que he leído de su autoría me han gustado mucho.
Silva escribe con un sentido del humor muy fino. Usa al sargento Bevilacqua (Vila) para transmitir ideas de una manera que me hace pensar algo así: «que bonita le salió esta frase a este cuate; que envidia poder escribir así».
Bevilaqua y la cabo Chamorro son Guardias Civiles encargados de investigar asesinatos en el siglo XXI en España.
Cada uno -Vila y Chamorro- tiene su personalidad propia muy marcada y sus habilidades suficientes para resolver las intrigas que se les presentan.
A Silva la Guardia Civil española le ha dado sus reconocimientos por la obra escrita pues allí queda muy bien este cuerpo de seguridad de España.
Codicia
La codicia aparece por cualquier lado.
En el libro que estoy leyendo de Silva me encontré un párrafo que me fascinó.
Van a interrogar a un empresario de muebles que tiene una fábrica, cuyos obreros son todos sudamericanos.
Cuando suben a la oficina Vila reflexiona así:
Pero Marcial Vázquez, gerente y propietario de aquella fábrica, no debía haber leído al viejo ateo de Treveris (Marx); ni falta que le hacia para reírse de la bendita ingenuidad de aquel barbudo que creía que el obrero alienado palpitaba la revolución…
Y aquí sigue el renglón que más me gustó y que da origen a estas reflexiones.
… Cuando en el obrero, como en el patrono, palpitaba, sobre todo la codicia y el miedo a la interperie.
(Los textos anteriores en cursiva, son textuales del libro «Nadie vale más que otro», una colección de cuatro relatos cortos. Especificamente éstos textos están tomados del relato «Un asunto vecinal», en la página 160 de mi versión de Ipad).
Éxito
Me parece aquí que el juicio de Vila es correcto pero incompleto.
Primero porque tener afán de ganar dinero no necesariamente es codicia.
De suyo la codicia es un afán desordenado de obtener dinero.
Por otro lado me parece que le falta una visión un poco más amplia que la ser codicioso y temerle a la intemperie.
Las personas nos movemos por algo más que obtener solo recursos económicos.
De hecho muchas veces nos movemos por la satisfacción personal de hacer algo porque nos gusta hacerlo.
Y también nos movemos por ayudar a los demás, a darles un sevicio.
Alex
Y aquí conecto con Alex.
Alex es un buen amigo, chef, que tiene un restaurante de mucha calidad en la ciudad de México.
Alex, como buen chef, es artista.
Por otro lado ha tenido que ponerse el gorro del empresario.
Porque a veces esos dos gorros pueden ser incompatibles.
A Alex le preguntaba alguien en cómo podría replicar su modelo de negocio sin que él estuviera presente en el negocio.
Alex titubeó mucho con relación a la pregunta.
El «interrogador» le insistía con palabras más o menos así: «el éxito es ganar dinero y mi objetivo es hacer crecer la empresa para venderla y luego dedicarme a otras cosas; ¿cómo podrías hacer tú eso?»
Alex le contestó como pudo: formando nuevos chefs que pudieran cocinar como él en un futuro cercano.
Ya a solas con Alex comentábamos que a él sí le preocupa quedarse a la interperie (usando la expresión de Vila), pero ni tiene codicia de ganar mucho dinero y sí deseos de seguir gozando en su cocina y ofreciendo a sus comensales lo que él considera algo delicioso (sabroso diría un muy buen amigo mío).
Motivaciones
Un autor, muy conocido en los ámbitos académicos del IPADE, Pérez López habla de las tres motivaciones, que no explicaré aquí, sino sólo lo referenciaré.
Arriba ya hablé de las tres: la extrínseca (sería el dinero en este ejemplo), la intrínseca (gozar con el trabajo, experimentar, innovar) y la trascendente (darles a los demás algo delicioso de comer y que gocen eso).
Cuando las personas, las instituciones y la sociedad pone el dinero como único motivador puede perder el norte fácilmente.
Tarde o temprano encontrará que ese no es el verdadero norte.
Basta decir una palabra que desmonta eso: amor.
Gracias por llegar al final de estas breves reflexiones.
La foto que «ilumina» este post es original de mi amigo Talío, quien buenamente me ha cedido el uso de más de una docena de fotos para que acompañen mis post… Talío, sabes que se te quiere y agradece!!!!