En el post anterior comenté que la formación es principalmente autoformación. Esto no quiere decir que toda persona debe formarse a sí misma en todas las etapas de la vida, sino que tiene sus matizaciones, que conviene recordar.
La primera matización que veo es que no puede haber autoformación desde la ignorancia, especialmente si es la ignorancia de la ignorancia. Una persona que no sabe, podría formarse porque «sabe que no sabe»; pero la persona que «ignora que ignora» (no sabe que no sabe) es incapaz de formarse; porque, en sentido estricto, «sabe todo»; es decir, como no sabe que no sabe, entonces, no sabe nada, pero no se da cuenta. Parece un trabalenguas, pero tiene sentido. Ya lo decía el famoso filósofo griego, «sólo sé que no sé nada», es decir, constatar la ignorancia es un primer paso para comenzar y mejorar la formación.
A veces, se nos olvida que somos ignorantes, y a poco que nos descuidemos, ya pensamos que sabemos todo. Y entonces, es imposible mejorar, formarnos, aprender. Para evitar esto hay un gran medio que es tener conversaciones con muchas personas; y con sólo preguntarle a esa persona a qué se dedica, ya te das cuenta que él sabe muchas cosas que tú no sabes.
Me encanta preguntarle a un chico de 22 años -que está estudiando una licenciatura en fisioterapia- qué cosas ha ido aprendiendo últimamente. Y me encanta sentirme ignorante de la mayor parte de las cosas que me dice… y muchas veces me repite cosas que ya me había dicho y que ya se me habían olvidado…
Hace no muchos días, me topé con un conocido en una calle; ambos estábamos esperando al mismo amigo común. Sencillamente le pregunté en qué trabajaba, y de ahí se fue desarrollando una agradable conversación donde manifesté, claramente, mi ignorancia sobre muchos de los temas que creía que sabía.
También conviene matizar que para que una persona se autoforme, es necesaria siempre la guía de alguien: que nos abra horizontes; que nos insista y anime a conseguir una meta; que nos cuestione para ayudarnos a pensar y profundizar en los diversos temas de nuestra formación. Y eso -no lo podemos olvidar-, es necesario siempre, hasta que nos muramos. Debemos estar constantemente pidiendo esa ayuda y recibiéndola. Qué alegría da cuando esa persona de máxima confianza te jala las orejas porque quizá no te exigiste mucho en tu propia formación; que nos anima a cortar con cosas que nos quitan el tiempo inútilmente; que nos recomienda una buena lectura que te haga descansar o pensar más, según sea el caso; y un largo etcétera de ayuda. Pienso que un buen amigo puede ser este guía.
Una persona que no se deja ayudar de ningún otro es de una vanidad enfermiza. «Yo tengo la respuesta a todo y sé todo, y todo lo hago bien, y nadie puede hacerlo mejor que yo». La vanidad al máximo, que conlleva y acarrea muchos otros vicios, que en el fondo terminan por centrarlo en uno mismo. Y cuando una persona se centra en uno mismo, termina siendo infeliz, tarde o temprano. Siempre recuerdo a aquel amigo que hace años me dijo: «ya estoy harto de mí mismo, ya que sólo pienso en mí y en mis cosas». Ese inicio del reconocimiento de su egolatría le ayudó a mejorar mucho como persona.
Quizá una última matización: para aquellos a los que están empezando a formarse y tienen que ir a la escuela todavía, quizá su autoformación consiste en aceptar que debe asistir a aquel lugar, y seguir un horario, y estudiar lo que los profesores o maestros le enseñan. Con frecuencia hemos oído expresiones como la siguiente: «esto, ¿para qué sirve?». Con esa pregunta habla la ignorancia, habla la vanidad, habla la desconfianza y habla el utilitarismo.
Teniendo en cuenta estas matizaciones -y otras que tal vez podrían hacerse-, conviene recordar que la formación de la persona consiste en pensar -profundizando- y decidir, con la puesta en práctica de lo decidido.
Y, como sucede con frecuencia, si uno está pensando en algo, la caen luego frases o historias relacionadas con esto. Pues así me pasó hoy. Me encontré con unos textos, que podrían complementar lo escrito en el post anterior y en este mismo.
«Un antiguo autor escribió que ‘el hombre es padre de sí mismo’, pues sus decisiones le configuran, y eso quiere decir que se construye la eternidad (ese gran deseo que tenemos todos de continuar en el tiempo o fuera del tiempo) con su actuar en este mundo, pues sus acciones le conforman.» Me gustó esta frase, porque tiene tres elementos ya comentados: la autoformación (padre de sí mismo), las decisiones que la configuran y su actuar (poner en práctica las decisiones).
Y de cara a esa eternidad, que esperamos muchos, conviene tener presente aquella certera invitación, a ‘vivir cada instante con vibración de eternidad’. Vivir en cada momento, con esa visión de fondo, con ese pervivir por siempre, confiando en alcanzar la felicidad tan deseada.
Nos vemos pronto.