Hace poco -en mi post anterior- comenté algunas cosas basándome en un artículo escrito por un psiquiatra llamado Kieran Setiya. En esa primera parte escribí sobre la llamada crisis de los 40 también conocido como crisis de la mitad de la carrera.
En esa ocasión enunciaba los motivos de la crisis que sucede más o menos a esa edad. De alguna manera hay una insatisfacción en el trabajo y en la vida en general. Y algunas de las posibles causas, enumerábamos: las ocasiones desaprovechadas, los fracasos mal digeridos (o nada digeridos), la sensación de vaciedad, el cansancio de alcanzar metas…
El autor ponía como una forma de esta crisis el invertir en demasiados proyectos, poniendo las aspiraciones en el siguiente logro, y después en el siguiente. Pienso que es muy común esto de ponerse proyectos o metas a relativamente corto plazo, como sucede con los conocidos propósitos de año nuevo. Una meta, la alcanzo, voy por la siguiente, la alcanzo, hasta que quizá me quedo en la tercera.
Y aquí, Kieran explica: “la clave está en distinguir dos clases de actividades. Los proyectos son actividades télicas, en cuanto apuntan a estados finales, aun no alcanzados (el término procede de la palabra griega telos, que significa ‘fin’ o ‘término’). Esas actividades están dirigidas a su propia aniquilación”. En cambio “otras actividades son atélicas, sin término incorporado. Pensamos en la diferencia entre ir andando a casa y dar un paseo, o entre acostar a los niños y educarlos. Cuando uno se mete en actividades atélicas, no las agota. Ni esas actividades evocan vaciedad de los proyectos, cuya realización está siempre en el futuro o en el pasado. Las actividades atélicasse realizan plenamente en el presente.”
Y aquí está la distinción. En todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, tenemos actividades télicas y actividades atélicas. Incluso, una actividad télica puede tener facetas atélicas. Por lo tanto, podemos decidir en qué nos enfocamos: en el proyecto o en el proceso. Si dejamos de enfocarnos en el proyecto, podremos vencer el sentido de vacío en el presente.
Estas ideas me recuerdan a algo que ya he comentado por aquí. Que lo importante en lo que uno hace, no es sólo el fin, sino todo el proceso. Saber descubrir cómo estamos mejorando como personas cuando hacemos alguna actividad -proyecto en la terminología de Kieran-.
Si la meta a conseguir es relativamente pequeña, uno podrá conseguir mil cosas en poco tiempo, provocando esa sensación de vacío. Ahora bien, podríamos conseguir mil cosas en poco tiempo, y simultáneamente, podríamos ir gozando todo el proceso.
Ahora bien, la crisis de la mitad de la carrera puede ser una gran ocasión para replantearnos diversas cosas importantes en nuestra vida. Keiran lo plantea muy fuerte: “¿Cuándo el malestar a mitad de carrera es señal de que hemos de cambiar de camino, y no de manera de pensar y de sentir?”.
Veo que hay como tres caminos cuando llega esa sensación de vacío. El primer camino, en lenguaje popular podría ser “echarle ganas” hasta que pase la crisis, y seguir cómo estamos.
La segunda vía podría ser cambiarnos de trabajo, o más bien, de ocupación. Quizá es el momento de rectificar y escoger el trabajo que nos hubiera gustado desde el principio (bueno, siempre que se pueda por las obligaciones que ya tenemos contraídas).
Ahora, el tercer camino sería asimilar lo que pudo haber pasado atrás, y darle un nuevo sentido a todo lo que ahora hacemos y seguiremos haciendo.
Aunque ya lo habíamos comentado en el post anterior, cuando uno elige, pierde oportunidades. Esto es inevitable, las hemos perdido y las seguiremos perdiendo.
Por lo tanto, pienso que es bueno que aprovechemos todo lo que tenemos para darle a las actividades un valor existencial.
Apreciemos y aprovechemos todo el proceso, no sólo el cumplimiento del proyecto.
Nos vemos pronto.