Hace algunos días felicité por su cumpleaños a uno de mis dos asesores que me ayudan con lo que publico en este blog. Le ponía, en la felicitación de Facebook, que le estaba dando poco trabajo porque no había publicado nada en el blog. Su respuesta, agradeciéndome mis felicitaciones incluía también un apéndice animándome a escribir.
Así que empecé a pensar sobre qué escribir. Por diversas razones, el tiempo se ha acortado en estos meses: tengo 5 nuevos grupos a quienes les estoy dando un curso en 3 sedes distintas en México; sigo con algunas clases en Guatemala; me pidieron que apoyara otro curso, con lo cual se me añadieron unas cuantas clases más… y en fin, una caterva de buenas excusas para no poner ningún post nuevo.
La cosa es que, recientemente nos acaban de dar un ultimatum -nunca mejor usada esta palabra- para terminar el trabajo final (o casi comenzar) de la Maestría en Gobierno y Cultura de las Organizaciones que estoy cursando. Ya había dedicado un buen tiempo a recoger fichas de citas para hacer ese trabajo; pero hacía falta algo. Parece que me hacía falta el motor de arranque para comenzar a moverme.
Y ese motor de arranque creo que ha llegado. Platicando con uno de mis «compañeritos» de Maestría, me contó que ya había empezado a escribir unas cuantas páginas del trabajo final. Contactó a su asesora, quien le había animado a hacer un plan de trabajo; lo revisó, le recortó algo que no podría llegar a hacer, y le impulsó a trabajar intensa y constantemente en ese trabajo.
Mi compañero fue animado por su asesora. El mismo compañero me animó a mí también. Ella, la que originó todo, no tiene ni idea de lo que sus breves y concisas sugerencias a mi amigo pueden provocar: levantar el ánimo y la búsqueda de tiempo para hacer un trabajo para el que no hay muchas ganas y que resulta arduo. Pero lo logró. Mi compañero -Henry- me animó a mí también a empezar a poner por escrito lo que ya tengo recogido y pensado. Tampoco se propuso Henry animarme: ¡no!; él sencillamente me contaba su situación, su conversación por e-mail con la asesora… y eso fue el motor de arranque.
Y no sólo ha sido el motor de arranque del trabajo final… también ha sido el motor de arranque de este post.
A mí me pasa aquello que Carlos Llano decía: que todo conocimiento es dialógico. Es decir, que lo que uno piensa, lo piensa porque lo ha dialogado antes con alguien; o por lo menos, consigo mismo.
Es más, a mí se me ocurrió escribir sobre un tema en este post; pero al empezar a escribir sobre ese tema, y plantear una introducción, se fue abriendo un nuevo horizonte; otro tema se fue abriendo camino… y se convirtió en otra cosa distinta de la pensada originalmente. Situación por demás, que me favorece, porque ahora ya tengo dos temas sobre lo qué escribir y no sólo uno como tenía antes de empezar a poner estas letras.
Escribir me hace pensar. Escribir me hace darle vuelta a las cosas. Escribir me ayuda a estructurar mi pensamiento y mis ideas.
Hace unos días, un gran amigo de mi papá me pidió una ayuda. Una historia un tanto larga que pienso que no aporta mucho detallarla aquí. Lo que se me ocurrió fue poner toda la información por escrito, como si fuera una historia. Y allí le encontré orden y concierto a aquella serie de datos que fui recogiendo en desorden…
Una de las sugerencias que he hecho en algunas clases es que cuando uno tiene un problema que no sabe resolver, hay dos cosas que nos pueden ayudar. Una es pedir consejo. La otra, es ponerla por escrito. Ambas no son las únicas cosas que nos ayudarán a resolver un problema. Tampoco son incompatibles las dos sugerencias, pues se pueden hacer ambas: poner por escrito y pedir consejo. A veces ni poner por escrito ni pedir consejo nos servirán para resolver un problema.
Pero de que ayuda poner las cosas por escrito, ¡ayuda!. Poner por escrito el problema nos ayuda a delimitarlo, a concretarlo, a simplificarlo, a darnos cuenta de que quizá nos estamos ahogando en un vaso de agua, cuando tenemos alrededor una serie de oportunidades que no vemos porque ese problema nos tiene atenazados.
De igual manera, hablar sobre el problema nos sirve para hacer lo mismo.
Quizá te ha pasado que estás enojado por algo (pienso que casi siempre uno se enoja por algo en concreto; aunque conozco a algunos que no están enojados, sino que son enojados… esencialmente enojados). Regreso: quizá te ha pasado que estás enojado por algo, y tratas de poner por escrito tu enojo,o contárselo a alguien, y resulta que uno está enojado por una cosa sin sustancia, por una bagatela.
En el fondo, lo que he re-aprendido, es que no podemos estar solos en el mundo. Necesitamos la ayuda de los demás. Aunque quizá los demás no se den cuenta de cómo nos han ayudado. Con una pequeña ayuda nos sirve…
Gracias a todos los que me han ayudado. Como decía aquella canción de The Beatles, «I get by with a little help from my friends», con un poco de ayuda de mis amigos… o mejor, con un «Mucho» de ayuda de mis amigos.
Hasta la próxima.
Dejo dos links de esta canción:
1. El primero es de Ringo Star (quien es el que canta la canción original) con Paul McCartney en 2009. https://www.youtube.com/watch?v=awBy_K30Pe8
2 El segundo es recomendación de mi asesor mencionado en la parte de arriba… es de Joe Cocker… (a mi no me gustó, pero él me lo recomendó)… https://www.youtube.com/watch?v=qzDLZa01bYU
El caso de Joe Cocker y la canción de los Beatles, único: Superó al original, y nada menos que los maestros.
Yo me sigo quedando con la original del Sgt. Peppers… entonada por Ringo Starr. Saludos Javier.