Hace pocos días leí una entrevista muy simpática a un sociólogo polaco de 90 años. Se puede encontrar en el periódico español de más difusión en América Latina.
En esa entrevista, Zygmunt Bauman (quien vive en Inglaterra) suelta una frase lapidaria (bueno, durante toda la entrevista suelta muchas frases lapidarias, pero esta me encantó). De hecho, es tan atractiva la frase que el periódico de marras la pone como título para atraer la lectura de los que acuden al periódico.
La frase en cuestión dice así: «En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda«. Cuando la leí pensé que en la entrevista aclararía a qué se refería con tienda, pues no me terminaba de entrar en la cabeza a qué se refería con una tienda.
En mi concepción de la palabra tienda está en primer lugar la tienda a la vuelta de la casa de mis papás donde íbamos con frecuencia a comprar de fiado algunos artículos de primera necesidad que se habían acabado antes de tiempo… y a comprar con efectivo cuando esos artículos no eran de primera necesidad, como una deliciosa Coca Cola «helada» en las épocas de calor (bueno, más calor) en el San Salvador donde crecí.
Pero Bauman no se refiere a la tienda donde cobra la Niña Rosa a la vuelta de la casa.
Como buen sociólogo trata de explicar dónde buscamos la felicidad las personas en este siglo XXI: en el consumo, en la compra de cosas, en ir a buscar algo que ahora no poseo pero que poseeré pronto, y me dará felicidad.
A algunos amigos y conocidos les he comentado que en ocasiones cuando estoy un poco «down» lo que hago es ir a Office Depot y me sube el nivel de gozo (aunque no necesariamente compro). Es decir, que puedo decir que la afirmación sociológica de Bauman se me aplica a mí…
Pero bueno. También todos tenemos experiencia de lo que en algún momento conocí como «adaptación hedónica»; tema sobre el cual hasta di una conferencia hace algunos años.
En resumen, este concepto de adaptación hedónica lo que viene a decir es que todos tendemos a dejar de gozar (gozar en el sentido de placer «material», algo hedónico) lo que en su momento provocó gozo… precisamente nos «adaptamos» a ese gozo material y se nos acaba rápidamente. Por eso está la tendencia de buscar un nuevo placer o mejores y más grandes dosis del «placer» correspondiente.
En los aviones de Aeroméxico dicen una frase que a mí me pone «nervioso» porque me parece que es incorrecta (o bueno, por lo menos a mí no me gusta). Dicen más o menos esto «queremos que tengan un gran placer al volar con nosotros». Pienso que la frase original debería ser: «deseamos que el vuelo sea placentero». Pero eso de añadirle un «gran» a la palabra placer no me cuadra. Creo que uno puede calificar un vuelo de «placentero» pero no que fue un gran placer volar….
En otros lugares a veces he oído una contestación a un «muchas gracias» con un «fue un gran placer». Me desconcierta totalmente, porque el placer se refiere más bien a una sensación física, de lo que los filósofos llaman «apetitos sensibles». Pensaba, por ejemplo, que uno -ordinariamente- al final del día en su trabajo no piensa: «qué día más placentero, o qué placer trabajar aquí». (O bueno, si lo dice, creo que está mal dicho). Uno podría decir, «qué día más alegre, o triste» o lo que sea, pero no que día de trabajo más placentero (ordinariamente). Saliendo de dar clase nunca he dicho «que placer esta clase»… ni se me pasa por la cabeza.
Pero bueno, la idea expuesta por Bauman creo que va por esta línea (aclaro que no sé casi nada de sociología, solo algunos rudimentos elementales y básicos)… Pero coincide con la visión antropológica del placer. El placer agota y agosta. Por eso tiene mucho sentido lo que se pone en las botellas que contienen líquidos con alcohol: «todo con medida». Porque quizá la primera cerveza o el primer trago dan placer, pero a medida que van pasando por la garganta más y más centilitros de alcohol, el placer propio de la bebida disminuye (quizá aumentando placeres en otros aspectos)… en Guatemala hay dos grandes marcas de Cerveza… una que tiene buen sabor y otra que no lo tiene… así que se dice que primero hay que echarse unas dos o tres de la de buen sabor y luego seguir con las otras, que además de poco sabor, cuestan muchísimo menos…
La identificación de la felicidad con el placer es peligrosa. Son dos cosas que están o pueden estar muy cerca, pero no son lo mismo. El placer te puede dar felicidad, alegría. Pero lo da de manera efímera. La felicidad está más allá que un simple placer.
La felicidad la buscamos y se nos escapa. Nos deja que la probemos un momento y luego tiende a irse. Como decía alguien, es más feliz aquel que no lo es, pero lo será que aquel que ya lo es pero que dejará de serlo.
Pero lo que sí es un error es buscar la felicidad en el placer. Y esto puede conllevar conductas que estragan hasta el mismo placer. Es decir, no te dará la felicidad y también te quitará el placer.
Como me pasa con frecuencia, tenía algunas ideas que quería incluir aquí, pero conforme fui escribiendo esas ideas se quedaron fuera de este post. Eso tiene una ventaja, para mí, y es que de alguna manera la inspiración ha regresado. Espero que ahora dure un poco más de tiempo. Alguno me decía que me durará hasta que tenga enfrente la próxima Continuidad y Actualización en el IPADE… eso será hasta el próximo noviembre, así que tengo un poco más de tiempo para que las musas me inspiren.
Recomiendo vivamente la entrevista a Bauman. Me encantó. Sólo dejo para el final lo que contestó a una pregunta: «Ja. Me niego a contestar esa pregunta». Esta frase, aunada a una anterior («Por favor, como un poco… Necesito tiempo para pensar») nos presenta la categoría de personaje que tenemos enfrente. Se niega a contestar una preguntar porque su misión es mostrar cómo son las cosas y no cómo deberían ser. Y luego se manifiesta su honradez intelectual al decir que tiene que pensar.
Ya quisiera yo poder decir ambas frases…
Seguimos en contacto. Gracias por leerme.
Ahora leí que la felicidad la encuentras en la serenidad. También que debemos esperar menos de ella, para no volverla imposible.
Saludos!